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 Sábado, 1 de noviembre de 2003

por ISAAC BIGIO*
Los conservadores británicos cambian de líder

OS CONSERVADORES británicos acaban de remover a su líder por tercera vez desde que perdieron el poder hace 6 años. Este cuadro de crisis es inusual en el partido que más años ha gobernado un país en todo el mundo. Los ‘tories’ han encabezado al Reino Unido más décadas que longevos partidos únicos como el Comunista de China, el PRI mejicano o los colorados paraguayos.

El conservadurismo inglés ha sido y es uno de los movimientos políticos que más influencia la política global. Las privatizaciones y el modelo neo-liberal que se empezó a gestar en todo el globo desde los 1980s fueron obra inicialmente suya, al igual que gran parte de la expansión del mayor imperio ultramarino de la historia.

Lo que pueda pasar con los tories va a afectar en algún grado a los republicanos de EEUU y a la derecha europea y mundial. El hecho que Thatcher hubiese derrotado a Argentina en 1982 y luego a la huelga minera de un año en 1984-85 pavimentó su consolidación y con ello un sistema de ajuste contra los sindicatos y nacionalistas del hemisferio sur, que se iría imponiendo a escala global.

En 1997 los conservadores sufrieron su mayor derrota electoral desde los 1830s. El laborismo se apropió de casi 2/3 del parlamento y repetiría ello en los comicios del 2001. Nunca antes había recibido tal castigo el partido que gobernó al Reino Unido la mayor parte del siglo XX.

Los conservadores habían perdido el gobierno debido al resentimiento provocado por el impuesto municipal y a severos ajustes sociales. Los laboristas, que prometieron revertir algunas de esas políticas, acabaron administrándolas. Paradójicamente Blair acabó prosiguiendo el programa thatcherista con algunas reformas y los tories, para querer sobrevivir, buscaron mantener su espacio acentuando un giro hacia la derecha y el nacionalismo anti-euro y anti-inmigrantes.

Los dos nuevos líderes que elogió el conservadurismo fueron William Hague e Ian Duncan Smith quienes permitieron que el centro fuese a hacer en manos del laborismo y que los liberales empezasen a disputarles el ser el eje de la oposición. Los tories llegaron a perder todos sus escaños en Escocia y Gales. Hoy en día sus 250 a 300 mil miembros tienen un promedio de edad superior a los 60 años y se centran en el próspero sud-este inglés.

Ambos líderes carecían de popularidad. Smith llegó a su cargo no por sus propios méritos sino por que los tradicionalistas querían vetar a ‘modernizadores’ como Michael Portillo o al pro-euro Kenneth Clarke, quien llegaría a oponerse a la guerra iraquí.

La gota que rebalsó el vaso para Smith fue el hecho que se le denunció por haber puesto en su planilla a su esposa a quien se le acusó de no haber estado trabajando y la derrota electoral de Brent Este, en la cual los laboristas bajaron de 2/3 a 1/3 de los votos pero su partido, en vez de capitalizar ello, perdió 1/10 de sus votos y el triunfo fue a parar a un partido marginal como eran los liberales.

Bastaba con que 25 parlamentarios conservadores pidieran una nueva votación para que la bancada partidaria aprobase si Smith podría seguir liderándoles. En la votación final 90 parlamentarios le desaprobaron frente a 75 apoyos.

Una vez que se anunciaba su dimisión se debía entrar a una nueva selección. Esta vez todos los candidatos deseo decidieron declinar sus candidaturas para permitir que solo uno, Michael Howard, pueda ser nominado. Cinco años atrás Howard quedó quinto y último en la elección para líder y prometió que nunca más candidatearía para tal cargo. A fin de evitar una mayor división interna se le ha permitido un consenso.

Howard tiene una popularidad inferior a la de Smith. Quien fuera el cuestionado ministro tory del interior tiene muchos anticuerpos. Fue uno de los promotores del impuesto municipal que produjo una virtual sublevación popular en su contra, abogó por la pena de muerte, ha estado contra incrementar derechos a los gays y contra el aborto y apoyó a Pinochet. Pese a ser hijo de refugiados yiddish rumanos él propone que todos los asilados sean recluidos en campos especiales sin que se les permita integrarse a la sociedad.

Dentro del ala renovadora y pro-euro del partido él no es bien visto debido a sus declaraciones homo-fóbicas y a su intransigencia contra la constitución europea. Sin embargo, ni Clarke ni Portillo ni otros pesos pesados quieren disputarle el cargo pues saben que el partido no tiene mayores chances de ganar las elecciones en los 18 meses que faltan. A lo que parecen apuntar es a que lo mejor que haga Howard en 2005 sea disminuir la diferencia de 160 parlamentarios que hay entre los laboristas y los conservadores, para prepararse para un relevo a fin de poder llegar al premierato en el 2010.

Para ‘The Sun’, el diario británico más leído, la elección de Howard es algo que ha de propinar mucho miedo a Blair y Brown. Los conservadores deben declinar ir a una contienda interna y aceptar su línea firme contra el euro y los asilados.

Para Robin Cook, principal opositor de Blair dentro del laborismo, Howard no cuestiona al gobierno en su punto de mayor impopularidad: la guerra contra Irak. Para los liberales el hecho que un derechista gane la jefatura conseradora le spermite disputar con ellos mejor el timón de la oposición. En el distrito electoral de Howard ellos han aventajado a los tories en las municipales y esperan destronarle a él de su curul uninominal en el 2005.

Mientras tanto Howard anuncia que tratará de mover al partido hacia el centro. El hecho que él sea el primer judío profesante en llegar al liderazgo de un partido mayoritario británico le servirá para tratar de apuntar a otras minorías y ale electorado tradicionalmente no inglés. Si los ‘tories’ disminuyen sus tensiones internas y avanzan pueden jaquear a Blair, obligando a que el laborismo acabe imitándolos y removiendo a su líder.


*Isaac Bigio es investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences (LSE). Colabora en la BBC, El Comercio, La Opinión, CNI y otros medios.

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