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 Martes, 18 de noviembre de 2003

por ISAAC BIGIO*
Bush y Blair en Londres

L PRESIDENTE estadounidense arriba a la capital británica en visita oficial de estado. Su arribo viene acompañado por grandes medidas de seguridad y genera sentimientos encontrados en la población.

Tony Blair ha declarado ante la confederación de empresarios privados (CBI) que la presencia de Bush es más oportuna que nunca pues se trata de demostrar a los EEUU que conforman un bloque sólido contra el terrorismo, la principal amenaza del inicio de este siglo.

Para los laboristas anti-guerra esta visita es una provocación. El parlamentario Martín Salter afirma que ésta tiene como fin iniciar su campaña re-eleccionista. Ken Livingstone, alcalde de Londres, dice que él no lo va a recibir pues no ha sido electo por el pueblo norteamericano y, mas bien, va a propiciar movilizaciones en contra.

En la BBC se ha cuestionado a los organizadores de la protesta con argumentos que la guerra ya es historia, que la mayor parte del electorado laborista no se opone al arribo del mandatario norteamericano o que otros dictadores (como el de Rumania o China) o el mismo Putin no han sido recibidos en Londres con grandes protestas.

El parlamentario radical Jeremy Corbyn arguye que la situación es distinta pues la ocupación sigue y EEUU sigue sin liberar presos británicos en Guantánamo, desconoce los acuerdos de Kyoto para proteger el medio ambiente global, y mantiene el proteccionismo del acero en contra de las exportaciones europeas.

Un día antes del arribo presidencial ya han empezado algunas protestas. Como nunca antes la policía empleará 14 a 16 mil efectivos (el triple de lo inicialmente esperaba y casi la mitad de toda la fuerza policial metropolitana) para cubrir a una serie de distintas manifestaciones que se realizarán, siendo la más importante la del jueves 20, que se calcula que puede sobrepasar los 100,000 concurrentes. Los costos solamente en seguridad superarán los US $8 millones según datos oficiales.

La manifestación no llegará a los dos millones que llegaron en febrero de todo el país para impedir la guerra. Entonces la mayoría nacional quería evitar el envío de sus tropas. Ahora, a más de 7 meses de haber tomado Bagdad, lo que preocupa a la población son los costos materiales y humanos.

Sin embargo, esta marcha será grande. El grueso de los británicos concibe que se le engañó para ir a la guerra y que es posible que nunca se encuentren las mentadas armas de destrucción masivas. El propio Blair, quien fuera uno de los primeros ministros más populares de la historia y el único que ha llevado al laborismo dos veces al poder aglutinando más del 60% del parlamento, tiene ahora más detractores que soportes.

Los recientes atentados producen reacciones mixtas. Un sector pode que es hora de no seguir exponiendo más vidas humanas y que deben retirarse las tropas. Otro sector, que parece haber crecido en las encuestas, pide que la ocupación se mantenga hasta que se garantice el orden.

Es sobre este último sentimiento que Blair trata de afianzarse y su ‘atrevimiento’ de invitar a su socio estadounidense pese a los marchistas tiene ese mensaje. El primer ministro quiere mostrar firmeza mostrando a Irak y al mundo que la coalición con EEUU se mantendría firme.

Esta visita tendrá muchas repercusiones en los propios EEUU. El oficialismo tratará de mostrar una protesta limitada y eclipsada por una excelente relación con la reina y el laborismo. La oposición mostrará la resistencia que produce Bush para pedir su relevo.

Dentro de Gran Bretaña el descontento contra Blair viene fragmentando al laborismo y podría ocasionar el retiro de este del premierato. George Galloway, el más aguerrido portavoz contra la guerra dentro del laborismo acaba de ser expulsado. El trata de utilizar este tipo de acciones para promover una nueva lista de izquierda en alianza con socialistas, trotskistas y musulmanes.

Los liberales querrán montarse en ese descontento tratando de convertirse en la nueva oposición. Por otra parte, los socialistas chocarán con ellos cuestionando su supuesto oportunismo, lo que para ellos, es mas bien, pragmatismo responsable.

Los conservadores, quienes se sienten revigorizados con la elección unánime de un nuevo líder Michael Howard que parece más eficaz que los anteriores, buscarán mostrar que son ellos los más consistentes en la alianza con los EEUU.

Blair, mientras tanto, va a tratar de calmar el desencanto de sus bases partidarias y electores, sosteniendo que es mejor ser buenos amigos de Washington, para evitar que se vuelvan más halcones y mediante ello mostrar algunas concesiones. El problema es que aún todo lo que Blair hubiese querido sacar a Bush no da muchos frutos. En Israel sigue la ofensiva contra los palestinos y Guantánamo sigue siendo un territorio libre donde hasta británicos son retenidos sin juicio y contra la ley internacional de presos de guerra.


La coalición anti-guerra

Las marchas contra la guerra han sido impulsadas por 3 vertientes. La principal es la Coalición contra la guerra compuesta por diversos sindicatos, la izquierda laborista y la Alianza Socialista. Después está la Asociación Musulmana Británica y la Campaña por el Desarme Nuclear. Las principales figuras del movimiento anti-guerra son el alcalde londinense Ken Livingstone, los líderes laboristas Tony Ben (votado por la población dentro de los 100 más grandes británicos de todos los tiempos), Jeremy Corbyn (votado por la comunidad latinoamericana como el parlamentario que más les defiende) y George Galloway. Este último acaba de ser expulsado del laborismo por haber planteado que los soldados británicos desoyesen las órdenes de Blair por ser la guerra ilegal. Por paradójico que parezca, al mismo tiempo, el laborismo está negociando la pronta readmisión de Livingstone al partido a fin de evitar una debacle electoral en las municipales del 2004.

Mientras un ala del laborismo impulsa estas marchas y el grueso del conservatismo secunda a Bush, los liberal-demócratas (el tercer partido) se opusieron inicialmente a la guerra pero cuando esta empezó se pusieron del lado de sus FFAA. Los liberales han apuntalado varias marchas de protesta al igual que el Partido Nacionalista Escocés y el Partido de Gales, quienes lideran la oposición en sus respectivos países.

La Alianza Socialista, que pone posiblemente la mayor parte de los activistas en la coalición antiguerra, tiene poco peso electoral pero tiene influencia sindical. Está compuesta por el Partido Socialista de los Trabajadores. El Partido Socialista Escocés (7% de los votos en ese país) es otra fuerza que promueve marchas. Ambos tienen origen trotskista.

En el Reino Unido los musulmanes son la principal minoría religiosa y su participación en las marchas ha sido grande, aunque recientemente ha ido disminuyendo. Muchos clérigos han sido detenidos acusados de alentar el terrorismo.

Dentro de la marcha hay quienes piden el cese de la ocupación pero hubiesen avalada esta u otra invasión si la ONU lo hubiese autorizado. Otros se solidarizan con la resistencia iraquí pues creen que si las tropas anglo-americanas son derrotadas se podría debilitar a quienes son asociados con dar bajos salarios y condiciones laborales. Hay una gama de corrientes que van desde anticapitalistas o autonomistas hasta ecologistas y pacifistas religiosos. Lo que más les une a todos es su temor a la agenda Bush de poder atacar una serie de países al margen de la opinión pública o de organismos internacionales.


*Isaac Bigio es investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences (LSE). Colabora en la BBC, El Comercio, La Opinión, CNI y otros medios.

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