Hace 55 años el Reino Unido al abandonar la India decidió escindirla en dos. Al igual que en Palestina la partición se dió entre un país asignado para una determinada religión (Israel para los judíos y Pakistán para los musulmanes) y uno para quienes supuestamente reclamaban cierta secularidad (India y Palestina).
Ambas divisiones condujeron a una cadena de guerras con millones de muertos y desplazados. Pakistán fue creado en base a criterios puramente confesionales y era el único estado en el mundo separado por miles de kilómetros por el territorio de otro país. Pakistán oriental libró una guerra separatista que venció gracias al apoyo indio. En respuesta, Pakistán siempre ha apuntalado movimientos separatistas en la única provincia fronteriza mayoritariamente mahometana que tiene India (Cachemira).
La disputa por Cachemira viene siendo utilizada por ambos gobiernos para distraer los agudos problemas sociales internos. El gobierno indio está jefaturizado por fundamentalistas religiosos hostiles a la minoría islámica. Pakistán tiene una dictadura, la misma que rompió cierto aislamiento internacional cuando traicionó a sus socios talibanes para mantenerse como el principal aliado estadounidense en la región.
India acusa a Pakistán de proteger o instigar a grupos terroristas fundamentalistas. Para los musulmanes indios el actual gobierno ha promovido la destrucción de sus principales templos provocando matanzas de sus co-religionarios. Pakistán sostiene que ellos reprimen a los sectores ligados a Al Qaeda pero que los independistas cachemiros son combatientes por la libertad. Occidente presiona a ambas naciones para llegar a un acuerdo. Difícilmente se podrá arribar a una solución sin que se permita a la población cachemirense su derecho a expresarse libremente si quieren autonomía dentro de la India, independencia o incorporación a Pakistán.
*Isaac Bigio es investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences (LSE).