ESPECIAL: ANIVERSARIO DEL 11-S
por ISAAC BIGIO*
El nuevo Afganistán después del 11-S
UN año del 11 de septiembre vale la pena ojear que ha pasado en lo que ha
sido el país atacado por haber sido sindicado como la cuna de quienes
perpetruaron el macro-atentado.
En Kabul hay un nuevo gobierno de coalición entre diversos caudillos
militares de distintas nacionalidades. Lo encabeza Karzai, un miembro de la
principal etnia (la pashtú) quien inicialmente apuntaló a los talibanes y
quien es hoy la principal ficha de los EEUU en dicho país. Sin embargo, él
no tiene su propio ejército y el poder se basa en distintos señores de la
guerra locales, cada uno de los cuales mantiene sus respectivos feudos.
Los talibanes fueron depuestos pero no se ha podido dar con el principal
objetivo: capturar a Bin Laden o a Mula Omar.
Occidente se jacta que ahora ya no estará en el poder un gobierno que
promovía el oscurantismo religioso, las masacres y el terrorismo. Sin
embargo, casi todos los jerarcas del nuevo gobierno han guerreado entre sí y
tienen un historial de matanzas y violaciones contra civiles. Entre ellos
están quienes restablecieron el medievalismo religioso contra todos los
avances seculares de las repúblicas de 1973-92, quienes restituyeron el velo
y demás restricciones a las mujeres luego que depusieran al gobierno del
Partido Democrático Popular Afgano en 1992 y quienes primero invitaron a Bin
Laden a Afganistán.
Para algunos observadores si Occidente hubiese presionado diplomáticamente a
los talibanes para que entregasen a Bin Laden a una corte internacional
neutral, posiblemente se hubiese podido apresarlo y evitar gastos
millonarios y baños de sangre. Para EEUU esta opción estaba descartada y era
necesario dar una muestra de fuerza y liderazgo global.
La guerra afgana costó mil millones de dólares al mes, el equivalente de
doce años de exportaciones legales para este país. Diversos medios sostienen
que el arsenal de 'bombas inteligentes' estadounidenses se habría agotado en
dicho conflicto. La mayor parte de los misiles se estrellaba contra blancos
que valían menos que lo que cuesta producir una de esas armas.
La incursión afgana se dio bajo el argumento de evitar la proliferación de
armas de destrucción masiva en manos terroristas. Sin embargo, se ha
mostrado que en ese país no había nada de eso y que Afganistán o Al Qaeda ni
si quiera tenían una flota aérea algo significativa. Los afganos, mas bien,
fueron las víctimas de armas de destrucción masivas. Por debajo de las
nucleares las bombas más desvastadoras son las 'deshojadoras de
maragaritas'. Estas explotan antes de llegar a tierra y destruyen toda vida
en un radio de medio kilómetro a la redonda.
Los civiles afganos muertos en equívocos bombardeos pueden superar al número
de inocentes muertos en Manhattan durante el 11 de septiembre.
La producción de opio se ha multiplicado después de la guerra. Antes del 11
de septiembre los talibanes se habían convertido en el gobierno que más
rápido había erradicado la producción de narcóticos. De haber sido la nación
responsable de la elaboración del 70% del opio mundial, las plantaciones
afganas de la amapola se había reducido casi a nulo quedándose
fundamentalmente en las áreas controladas por la pro-occidental Alianza del
Norte.
Ahora hay varios caudillos militares que mantienen sus propias zonas de
influencia donde disidentes son matados y el comercio de la droga se
revitaliza.
Algo que occidente puede mostrar como un avance sería el hecho que la música
y las danzas se han restablecido y que ahora ya hay mujeres en el gobierno,
las universidades o los medios de comunicación. Sin embargo, este sexo sigue
siendo subyugado. La principal organización de mujeres afganas (RAWA) afirma
que el actual gobierno está lleno de criminales de guerra tan brutales como
los talibanes.
Recientes investigaciones muestran que varios de los actuales ministros han
estado involucrados en el asesinato y torturas a rendidos. El caso más
patético es de cómo a cientos de talibanes rendidos en el norte se les
asfixió vivos en camiones sellados donde no tenían derecho a comer, beber o
respirar. Las víctimas trataban de eludir la muerte succionándose el sudor u
otras sustancias entre ellos mismos.
El nuevo gobierno de unidad nacional es debil y está lleno de rivalidades.
Algunos enfrentamientos se han producido entre algunos de sus partidarios.
EEUU desconfía de los sectores ligados a Irán como los hazaras y Khan,
caudillo de Herat, la mayor ciudad occidental.
Diversos sectores talibanes se han incorporado al nuevo gobierno pero
también se van formando grupos de oposición local. Algunos de los nuevos
frentes armados no responden a Omar o Bin Laden. Hekmaytar, por ejemplo,
tiene sus propias columnas y él fue inicialmente el guerrero anti-comunista
preferido por la CIA hasta que al final llamó a oponerse a losm bombardeos
norteamericanos sobre Irak o su país.
Afganistán está destruido.La economía gira en torno a las donaciones
extranjeras o la economía ilegal (contrabando o drogas). Hay bandas armadas
por doquier. El gobierno no podría rersistir si partieran las tropas
extranjeras.
Occidente logró impedir el estallido de una revuelta musulmana generalizada.
Sin embargo, al este y oeste de Afganistán han rebrotado con más fuerza las
acciones de violencia por parte de palestinos y cachemirenses. Por primera
vez ello puede conducir a una guerra nuclear entre India y Pakistán.
La 'pacificación' de Afganistán no es total y está precediendo un ataque sin
precedentes sobre Irak.
A un año del 11 de septiembre los ressltados en Afganistán son mixtos para
occidente.
*Isaac Bigio es investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences (LSE). Colabora en la BBC, El Comercio, La Opinión, CNI y otros medios.
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