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 CRÍTICA
Martes, 20 de septiembre de 2005
Princesas nostálgicas
por Matías Cobo

Título: Princesas
Género: Drama
Dirección: Fernando León de Aranoa.
Interpretación: Candela Peña (Caye), Micaela Nevárez (Zulema), Mariana Cordero (Pilar), Llum Barrera (Gloria), Violeta Pérez (Caren), Mónica Van Campen (Ángela), Flora Álvarez (Rosa), María Ballesteros (Blanca), Alejandra Lorente (Mamen), Luis Callejo (Manuel)
Guión: Fernando León de Aranoa
Fotografía: Ramiro Civita
Montaje:
Nacho Ruiz Capillas
Producción: Fernando León de Aranoa y Jaume Roures
Música: Alfonso de Vilallonga y Manu Chao
Dirección artística: Llorenç Miquel
Vestuario: Bina Daigeler
País: España (2005)
Duración: 113 minutos
Web: wwww.princesaslapelicula.com
Fecha de estreno de en España 2 de septiembre de 2005
Estas princesas atrapadas en el infernal cuento de la prostitución no logran conectar con el público ni su invitación para que les acompañemos en su viaje parece convincente. Y todo lo que antes era original y fresco, ahora se ha vuelto manido o redundante
L CINE de Fernando León de Aranoa colecciona multitud de etiquetas, como la habitual de realismo social o la inapropiada que usan sus detractores cuando califican sus obras de documentales de ficción o algo así. Yo siempre lo he visto como un gran constructor de personajes y diálogos que, sí, están muy pegados a la realidad, pero que nunca han perdido por ello su inteligencia, humor o su capacidad de conexión con el público. Los lunes al sol le valió el despegue definitivo por la verdad y honestidad de la historia de unos perdedores unidos en el pozo del paro. Su siguiente obra, esta Princesas, llega ahora impelida por la expectación que sembró aquella magnífica predecesora.

Pero el resultado, pese a contar con detalles apreciables y algunas buenas secuencias, dista mucho de aquel otro que movía a una natural emoción, sonrisa o empatía hacia sus personajes y lo que les sucede. A mi juicio, estas princesas atrapadas en el infernal cuento de la prostitución no logran conectar con el público ni su invitación para que les acompañemos en su viaje parece convincente. Y todo lo que antes era original y fresco, ahora se ha vuelto manido o redundante.

La protagonista, Caye (Candela Peña), parece estar en un perpetuo limbo divagatorio que a uno, la verdad, le llega a resultar empalagoso. Es cierto que, en su boca, León de Aranoa pone frases llanas plenas de significado contundente. E incluso, entre alguno de sus continuos pensamientos en voz alta, rebrotan por momentos los ocurrentes diálogo de antaño. Pero hay algo en el conjunto que falla.

La historia de Princesas podría perfectamente haberse contado en cualquier otro contexto diferente al de la prostitución, pues el filme es más el relato de la amistad de dos mujeres que el testimonio de un mundo tan chungo. Zulema (Micaela Nevárez), una bella y escultural prostituta dominicana, se ganará la amistad de Caye a pesar de que, al comienzo, ésta ve en ella a una extranjera rival que puede mermar su clientela. Otras de las profesionales locales, al igual que Caye, también miran con recelo a las exóticas putas extranjeras. El resquemor hacia la inmigración, por tanto, también se entreve en un mundo de competencia feroz a la hora de comerciar con el sexo.

Pero la película es, sobre todo, una historia de nostalgias. Las de las dos protagonistas. Zulema se acuerda de su hijo, llora a lágrima viva cuando oye su voz por el teléfono de un locutorio, echa de menos los sabores, los olores y la vida cotidiana de su tierra, donde su vida, pese a las carencias, discurría por derroteros muy distintos a los de ahora. Y Caye vive con la angustia de quien aguarda a un futuro mejor, distinto, en el que su mayor alegría sería que la pudieran recoger a la salida del trabajo. Por eso dice tener “nostalgia de futuro” y suele imaginar cómo sería una vida “normal”. Una de las dos canciones compuestas por Manu Chao para el film, Cinco razones, habla precisamente de los motivos que la vida da para vivir, pero también de los muchos que da para morir. Caye, cuando piensa en ello, siempre ve más razones para no querer seguir viviendo y utiliza sus sueños de un futuro mejor para escapar del lodazal de lo real.

De nuevo, Aranoa ha sabido crear personajes humanos y tangibles dentro de una historia intimista y pequeña. Deliberadamente, la película no ambiciona explicar los entresijos de ese mundo ni las motivaciones de unas u otras mujeres para estar en él. Y se agradece también que en la cinta no haya ni moralejas ejemplarizantes o grandes lecciones de vida. Pero aún así, el filme no raya a la gran altura del pasado de su director, lo que no evita que uno siga confiando en la capacidad de Aranoa para seguir narrando maravillosamente.

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