L
CÓMIC más elogiado de
Frank Miller
se ha hecho celuloide por obra y gracia de
Robert
Rodríguez, devoto del maestro de las
viñetas y su
Sin City. Aunque, para
ser más precisos, esta fiel traslación
se ha producido del papel al píxel, merced
a la tecnología digital que el mexicano
empleó para todo el rodaje. Un fondo azul
como escenario fue el soporte sobre el que los
actores dieron vida a Hartigan, Marv, Dwight,
Nancy y al resto de personajes que deambulan por
Sin City, ‘ciudad del pecado’. Luego,
las técnicas digitales que ya se habían
empleado en recientes filmes como
Sky Capitan
rellenaban ese fondo para recrear el particular
universo de Sin City con un espléndido
mimetismo. Una oscura ciudad cincelada a base
de negros y blancos deslumbrantes y que toma como
referentes estéticos a las viejas
pelis
de cine negro y a las novelas policíacas
y de crímenes.
Miller afirma que accedió al proyecto
de Rodríguez por el escrupuloso respeto
y sometimiento con los que éste quería
rodar estas historias alumbradas en 1991. Y
el mexicano debió pensar que la mejor
manera de cumplir su compromiso era la inclusión
en el rodaje del dibujante y guionista como
codirector. El resultado: una película
de una atmósfera arrebatadora y sensual,
pero con un guión tan apegado al cómic
que quizá, fuera de los márgenes
del noveno arte, pierde el ritmo narrativo propio
del cine. Por eso, algunos de los lectores de
Sin City se preguntan si realmente era
necesaria una película que, simplemente,
se limita a calcar este gran e influyente cómic.
La propia planificación del filme confirma
este desequilibrio entre forma y contenido.
Rodríguez sostiene que él se planteó
la cinta como un auténtico reto tecnológico.
Y a juzgar por el resultado parece que al director
le preocupaba más el hallazgo de soluciones
técnicas para plasmar secuencias y planos
preconcebidos que la creación de escenas
al servicio absoluto de una historia.
El guión no sólo es deudor del
cómic, sino que adopta fórmulas
narrativas exclusivas del mundo de la viñeta.
Como la continua voz en off de los protagonistas
explicando todo aquello que piensan en cada
momento y lo que pretenden hacer. El abuso de
este recurso, quizá con la idea de no
dejar en el tintero las ocurrencias de Miller
en el material original, convierte algunos pasajes
en soporíferos y restan trepidancia a
un film que, precisamente, debiera exhibir esta
cualidad.
Eso sí, los brutales actos mostrados
en el film no habrían podido encontrar
un mejor realizador que Rodríguez, especialista
en lograr efectistas planos para captar a seres
extremadamente violentos en plena faena. Puede
que el Tarantino de los baños
de sangre de Kill Bill vol.1 hubiera
también cumplido con creces. No en vano,
como amigo de Rodríguez, Quentin colaboró
en la cinta con el rodaje de una escena.
Miller y Rodríguez narran los tres primeros
episodios del cómic de manera autónoma.
El duro adiós, La gran masacre
y Ese cobarde bastardo se dan el relevo
una a otra como historias independientes pero
cobijadas dentro del mismo marco, la violenta
Sin Cinty, una ciudad de tribus donde policías
corruptos, putas guerreras, mafiosos y psicópatas
asesinos conviven en un inestable equilibrio.
De entre esta singular fauna emergen, de vez
en cuando, extraños personajes que, para
variar el continuo rumbo de depravación,
hacen algo heroico o noble.
Un reparto repleto de rostros conocidos, emergentes
o resucitados, como en el caso de Mickey
Rourke, encarnan el variopinto abanico de
seres que pueblan Sin City. Bruce Willis,
como Hartigan, da vida al único policía
honesto de la ciudad, un caracterizado Rourke
borda su papel de Marv, Clive Owen cumple
como el astuto detective Dwight y Benicio
del Toro, exhibiendo una vis cómica
insospechada, interpreta al poli corrupto Jackie
Boy. Jessica Alba es la dulce y frágil
Nancy y una impresionante Rosario Dawson
le aporta toda la sensualidad que precisa Gail,
la líder de las prostitutas. Y para el
resto de secundarios, Rodríguez se rodeó
de jóvenes rostros no exentos de gran
popularidad, como Brittnay Murphy, Elijah
Wood o Josh Harnett.
Sin City es una película con
la que disfrutarán los adeptos de la
obra original y, en general, creo que cualquier
amante del mundo de las viñetas, pero
quizá deje bastante fríos a quienes
no compartan el placer por la lectura de tebeos.
Porque, aunque la influencia del cine negro
se dejé notar, esta película no
se puede adscribir dentro de tal género.
Creo que, en realidad, nos hallamos ante una
interesante traducción del personal estilo
del genial viñetista Miller al formato
audiovisual. Es decir, ante una traslación,
más que ante una mera adaptación.
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