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El anteojo
Lunes, 25 de febrero de 2002
De héroe a villano en un día

Matías
Cobo
matias.cobo@lobaton.com
O PRETENDO ser abogado defensor de nadie. Creo —vaya por delante esta aclaración— que Johann Muehlegg, mientras no se demuestre lo contrario, es responsable de su positivo y está bajo sospecha. Eso es algo que, a mi juicio, y siempre por el momento, no tiene vuelta de hoja. Pero, al igual que afirmo esto, quisiera manifestar mi sorpresa ante la ola de indignación mediática que ahora despierta el teutón, hasta ayer ensalzado en la mayoría de los medios. ¿Por qué en otros casos, léase el reciente de Pep Guardiola, los medios siempre han adoptado una postura distinta —casi siempre favorable al deportista acusado de dopaje— a la de esta ocasión? No quisiera pensar que esta abjuración responda a la controversia producida en torno a la españolidad de Johann Muehlegg. Pero, lamentablemente, no veo otra causa lógica que no sea ésta. Porque, en el caso de otros deportistas nacidos aquí, los medios e instituciones españoles no han dudado en defender la inocencia de nuestros deportistas. ¿O no recuerdan el caso de Pedro Delgado o el de David Meca? Ellos también estuvieron en el ojo del huracán y el trato recibido por ambos creo que difiere ostensiblemente al dispensado a Muehlegg.

Muehlegg intenta ocultarse de los fotógrafos tras conocer la resolución del Comité Olímpico Internacional.
Johann, instantes antes a la noticia de su positivo, era ‘Juanito’ y, prácticamente, a casi todo el mundo caía bien. Ahora se marcan las distancias y se le vuelve a nombrar por su nombre de origen. Ya no es ese simpático alemán que, con su recién estrenada nacionalidad española, a todos nos enamoraba por los triunfos que conseguía para nuestro país. Me parece injusto este agravio comparativo que se le inflinge al germano-español. O sea, que sólo queremos que nos represente y acogerlo como un deportista nuestro más mientras las cosas vayan sobre ruedas y siga sonando nuestro himno merced a sus triunfos. Eso sí, cuando Muehlegg pueda agraviar el prestigio del deporte español debido a un caso como éste, al parecer nadie saldrá a defender la inocencia de alguien tan querido unos instantes antes.

Finalmente, el caso se ha resuelto con el resultado menos malo: el fondista perderá sólo su tercer metal áureo, el conseguido en la prueba de los 50 kilómetros clásicos. Al respecto de que Muehlegg conserve sus otras dos medallas, no comparto la postura del presidente del COI, quien ha asegurado que Muehlegg no se puede considerar moralmente campeón olímpico tras su dopaje. Si cuando ganó ambos metales pasó los controles pertinentes, no veo por qué no se le pueden apuntar ambos triunfos. La ley es clara en estos casos, por lo que ambas victorias están sobradamente legitimadas. Por otra parte, su trayectoria deportiva en las múltiples competiciones que ha participado es intachable. Nunca ha estado bajo sospecha de haber consumido ningún producto prohibido.

Ante el nuevo escenario creado en torno a Muehlegg, en España ya se han adoptado medidas encaminadas a desligar la imagen del esquiador de la de nuestro país. Así, una de ellas fue el cambio de nuestro abanderado en los actos de clausura de los juegos: no fue el germano sino María José Rienda la que portó la enseña nacional. Asimismo, no han dejado de producirse dudas en torno a si, finalmente, Muehlegg será recibido por el Rey en audiencia oficial.

Como decía hoy en el diario El País Juan-José Fernández, el teutón ha pasado de ‘Juanito Maravillas’ al ‘Gran Tramposo’ en un santiamén. Quizá, en este caso, no se ha obrado con la prudencia pertinente. Habría que haber esperado a los contraanálisis antes de colgarle al fondista el sambenito de tramposo. Porque a otros deportista se les ha concedido mucho más crédito. La diferencia posiblemente sólo radique en apellidarse Muehlegg en lugar de Guardiola. Una simple y mera cuestión nominal.


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