Matías Cobo

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S CURIOSO que se hayan producido sendos errores en dos periódicos rivales y, además, seguidos uno del otro. Es lamentable por otra parte, dado el supuesto prestigio atribuido a ambos. Me refiero tanto a la equivocada información que El Mundo ofreció sobre la inexistente reunión entre el ex presidente González y el primer ministro marroquí como a la errónea noticia de esta semana de El País, diario que habló de una infundada reunión Zapatero-Aznar para relanzar el pacto antiterrorista.

En términos futbolísticos se podría hablar, en toda regla, de un empate a uno. Ineptitud por ineptitud. Pero sería necesario hacer un análisis más pormenorizado que explique la naturaleza de ambos errores, que por supuesto no nacen de un mero comportamiento incompetente. Ambos no son sólo el producto de una simple información mal contrastada. Su origen no es tan inocente, ya que los errores de cada uno de los periódicos se produjeron en noticias que, curiosamente, beneficiaban indirectamente a los respectivos intereses políticos de éstos.

En el caso de El Mundo, la información falsa servía para lanzar la enésima andanada al viejo enemigo político de este diario y, sobre todo, de su director, Pedro J. Ramírez. Nuevamente, una noticia de este medio trataba de desacreditar al ex presidente del Gobierno, pero esta vez sin la razón que le concedía la irrefutabilidad de otras de sus informaciones. Ramírez, que ha convertido en casi personal su ‘guerra’ contra el felipismo y, por ende, contra el partido que éste lideró durante más de una década, persiste en su actitud intencionadamente parcial frente a la figura de Felipe González. Es decir, no tiene ningún reparo en usar su diario para martillearle. No digo que en la mayoría de los casos no lo haya hecho con razón, pero, igualmente, hay otras ocasiones en las que sus motivaciones se aproximaban más a la vendetta (González forzó la salida de Ramírez de Diario 16) que a la deontología periodística. Dicho esto, huelga afirmar que el partido político que se beneficiaba de soslayo era el Partido Popular, cuya sintonía con el citado rotativo es cada día más palmaria.

La información de El País, igualmente errónea como la de su competidor, trataba de impeler al inconsistente Zapatero. Así, el rotativo de Polanco se inventaba una futura reunión entre el líder de la oposición y el presidente del Gobierno. ¿Con qué objetivo? Posiblemente, para reforzar la débil posición del secretario general del PSOE, al tiempo que para mostrar una actitud poco dialogante del Ejecutivo popular. En este caso tampoco es necesario explicar la enraizada hermandad existente entre El País y el PSOE. El primero, altavoz periodístico del segundo, mientras que el citado partido, a su vez, sirve de brazo político del diario. Como consecuencia de esto, no hace falta explicitar que su tratamiento hacia el Gobierno será notoriamente crítico.

Por supuesto, ambos diarios han manifestado que ellos carecen de culpa en sus respectivos errores. Achacan a sus fuentes la falsedad de sus noticias. Esto es algo insuficiente, dado que todo medio de comunicación debe contrastar sus informaciones antes de difundirlas. La credibilidad de un medio, precisamente, pasa por la corroboración de sus informaciones. Este tipo de errores no hacen más que suscitar el escepticismo entre la opinión pública. Y ante este panorama, uno, realmente, ya no sabe ni qué creerse ni a quién creerse. Quizá lo más sano sea mantenerse en una cierta incredulidad.