Ir a portada
Edición impresa Deportes Portadas impresas Nuestras firmas Opinión Colaboraciones
 Previsión
 Hemeroteca
 Consulte todos
 los números
 de la edición
 impresa
 Participación
 Foros
 Debates
 Encuestas
 Chat
 Servicios
 Sms gratis
 Televisión
 Callejero
 Cartelera
 Diccionarios
 Traductor
 El tiempo (mapa)
 De hoy
 De mañana
 Escríbanos
 elojocritico@
 lobaton.com


El anteojo
Miércoles, 31 de enero de 2001
Movida o “borreguismo” social

Matías
Cobo
matias.cobo@lobaton.com
N LAS sociedades actuales, que presumen de haber conseguido importantes cotas de libertad y autonomía personales, paradójicamente, se da un fenómeno en el que el individuo deja a un lado esa enaltecida autonomía para pasar a ser un mero “borrego” que se deja guiar como el resto del rebaño. Ello, por ejemplo, lo vemos con frecuencia en la denominada “movida”, en los esquemas de diversión de la juventud actual. Hoy en día se tiene la absurda creencia de que quien no se emborracha para divertirse no sabe cómo hacerlo. Es indispensable para ser aceptado en un grupo pasar por el aro de la cultura del botellón, tan en boga en estos últimos años; o, en su defecto, estar graduado en la catadura de todo tipo de drogas, desde las de mayor a las de menor intensidad, para estar considerado como un “tío/a enrollado/a”. ¿Por qué, si ahora que decimos estar en una sociedad en la que la individualidad bien entendida corona sobre la colectividad absorbente de personalidades, encontramos este fenómeno tendente a la uniformidad de comportamientos? La respuesta a esta pregunta, a mi juicio, estriba en un aspecto muy sencillo que se podría resumir en tres palabras que hoy tienen una importante carga peyorativa: falta de personalidad.

La falta de personalidad se podría definir como el dejarse guiar por las modas, por los hábitos de vida imperantes en la sociedad actual sin enjuiciar o hacerse mayores planteamientos sobre la bondad de tales hábitos o modas. Un joven va a una determinada discoteca porque el grupo ha decidido, de forma mayoritaria, ir a ese local. Este mismo joven se emborracha porque el resto de sus amigos lo hace y así no quedar desplazado. Y a pesar de que no está muy convencido de que ello sea lo que más le divierte, el joven repite este comportamiento una y otra vez por temor a verse marginado por el grupo, a no tener hueco en esta sociedad en la que impera el “borreguismo” más elemental. Los defensores de este comportamiento tan primario afirman que éste se debe a una falta de alternativas al actual modelo de diversión. Esto no es cierto, porque la multiplicidad de ofertas de ocio de nuestra sociedad contemporánea es abundante y de lo más variopinta. Existen museos, cines, teatros que están abiertos a todo el que se quiera acercar a ellos. Pero, además y para rebatir el argumento de quienes afirman que estos lugares son privativos de paladares exquisitos y cultivados, hay que decir que no sólo están estos lugares que, muy al contrario de lo que se suele pensar, son de acceso universal. Hay cafeterías, pubs de ambiente más relajado, clubes con música de calidad en directo... que son alternativa al ruido ensordecedor de discotecas y otros locales similares. En estos lugares se puede gestar otro tipo de diversión en el que el diálogo entre los amigos tenga mucha más cabida y un protagonismo mayor. El intercambio de ideas sólo se produce por la vía del diálogo tranquilo, sosegado, sincero. Si a una sociedad en la que se vive a una velocidad de vértigo le quitamos este componente, las relaciones humanas pasarán a ser inexistentes o relegadas a otros ámbitos menos propensos a la complicidad recíproca.

Respecto al aspecto del desmedido consumo de alcohol, podemos decir que éste se da como válvula de escape de una existencia cotidiana que no es atractiva. Los jóvenes no encuentran en su día a día experiencias que les sean lo suficientemente excitantes. Necesitamos, como acuñara algún spot publicitario, “emociones fuertes”, las cuales las encontramos por la vía de la desinhibición lograda a través de las drogas o la bebida. Para que una persona tímida o poco extravertida se mute en un torrente de simpatía y viveza, ésta deberá ingerir alcohol, pastillas excitantes y todo tipo de narcóticos estimulantes. Pero, en el fondo, esa persona, cuando se le pase el efecto de todos estos productos, seguirá siendo retraída y poco comunicativa. Sólo habrá conseguido proyectar, momentáneamente, una imagen artificial de su persona construida a partir de las citadas sustancias. De nuevo, subyace a este modus vivendi el problema de la falta de personalidad, ya que se arguye el pobre argumento de: “si todo el mundo lo hace, habrá que hacerlo”.

El comportamiento guiado por la masa supone un menoscabo descollante para el ámbito de decisión personal. La masa implica, para quienes la integran, dejar sus hábitos de vida e incluso su escala de valores soterrados a los designios que ésta dictamine. Si se llega al acuerdo mayoritario de que la mejor forma de diversión es aquella que se consigue cuando nos olvidamos de la realidad coyunturalmente merced a unas cuantas copas, entonces habrá que adoptar este patrón de comportamiento a la hora de divertirse porque así lo marca esa masa en la que se está inserto. Eso sí, la lesión que se le inflinge a los valores humanos, a la amistad genuina, a la conciencia social, con este modelo de diversión, es inapelable. Habría, por tanto, que replantearse nuestro actual proceder en las horas de esparcimiento si queremos voltear esta situación.


Imprimir
Opine sobre el artículo:
En el foro general
Vía formulario
Atras


© Semanario EL OJO CRÍTICO. El semanario EL OJO CRÍTICO se edita en Mancha Real (España, UE). C/ Callejuelas Altas, 34. 23100 JAÉN. Teléfono: (34) 953 350
992. Fax: (34) 953 35 20 01. Teléfono de atención al lector: 678 522 780
(llamadas a tlfno. móvil)


 Opciones
 Copia para imprimir
 Buscadores
Buscar en elojocritico digital
powered by FreeFind


Mapa del sitio
Google

 Webs otros medios
 Recomendar artículo
Su nombre:

Su e-mail:

E-mail de su amigo:


Publicidad
Ir al principio
Edición impresa Deportes Portadas impresas Nuestras firmas Opinión Colaboraciones