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El anteojo
Domingo, 14 de marzo de 2004 | 3h.00 de la madrugada
Votar para homenajear a las víctimas

Matías
Cobo
matiascobo@lycos.es
¿Dónde quedó la cacareada transparencia anunciada por Acebes? ¿Por qué se ha insistido hasta hoy en unas hipótesis que en casi ningún momento se sustentaron en datos fidedignos y verosímiles?
STE SÁBADO víspera de elecciones, Madrid amaneció cubierto por las mismas grisáceas nubes que pueblan su cielo desde el pasado jueves. Ya no llovía como ayer, cuando más de dos millones de almas salieron a la calle para expresar su dolor y rabia tras las masacres del 11 de marzo. Parece como si la lluvia del pasado viernes hubiera sido la expresión del llanto de una ciudad rota por el dolor, mientras que el opaco cielo de hoy, ya con las lágrimas enjugadas, reflejara el silencio y compasión de una gente que intenta acompañar en su tribulación a las familias y amigos de los muertos. El pueblo se echó a la calle quizá para soltar la comezón que cada uno llevaba por dentro, para hermanarse en el dolor con el resto de sus conciudadanos. Era como si se tratase de una catarsis colectiva tras la desorientación y aturdimiento en la que habían quedado sumidas la capital de España y el resto de ciudades de nuestro país. Mientras, en la morgue de Ifema, los familiares de las víctimas identificaban a sus muertos y otros aguardaban a las peores noticias. No me imagino un escenario de mayor desolación. En los hospitales donde se atendía a los heridos, el panorama también debía ser escalofriante. Allí se viviría una especie de montaña rusa emocional: algunos, con el corazón en un puño, esperarían la confirmación de lo peor —lesiones irreversibles difíciles de asumir o incluso el posible fallecimiento de los suyos—, mientras otros respiraban aliviados por la mejoría de sus allegados.

Este país ya no será el mismo tras el 11-M. Una huella indeleble debe quedar en nuestros corazones que nos impida olvidar a las víctimas del brutal atentado y lo que éste significó. Cuando se quiten los crespones negros de los balcones en señal de duelo, cuando las estaciones de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo recuperen su trajín habitual, cuando todos volvamos a nuestra rutina diaria, deberemos recordar que, un gélido jueves del invierno de 2004, muchos de los nuestros perecieron por las bombas de unos mal nacidos. Porque, de algún modo, como muchos de los manifestantes de Madrid gritaban ayer, “en ese tren íbamos todos”. Y ciertamente, creo que algo de nosotros, de nuestra libertad, de nuestras vidas murió junto a los que fueron asesinados en el 11-M.

Con el pañuelo aún impregnado de lágrimas, en este día de luto nacional, la reflexión preelectoral se hace harto difícil. El signo de su voto, en muchas personas, pende de la interpretación política que se haga de la matanza de Madrid. Y el análisis de los hechos está necesariamente ligado a la autoría del atentado. En una comparecencia a las ocho de esta tarde, el ministro Acebes anunció que la policía ha detenido a tres marroquíes y dos indios en relación con los atentados de Madrid. Prácticamente descartada la tesis que apuntaba a ETA como responsable de la masacre, el Gobierno deberá explicar por qué no fue más prudente al informar a los ciudadanos, por qué no fue más paciente al explicar una loable investigación que ya empieza a aportar algunas certidumbres. Nadie olvida el expediente sanguinario de ETA y sus recientes intentos —prodigiosamente abortados por las fuerzas de seguridad del Estado— de crear masacres similares a ésta. Su manera de actuar, tras haber puesto a Renfe en su punto de mira, era reconocible en la destrucción que se había ocasionado en Madrid. Pero los efectos de los actos de los terroristas son siempre los mismos: devastación y muerte. Por eso, y a pesar de que todos pensáramos al principio en ETA, los responsables del Ejecutivo no podían descartar a ninguno de los hijos de puta que, por desgracia, habitan este mundo. El Gobierno no se puede guiar por deducciones al informar, como lo hizo Acebes, de forma tan categórica y sin opción alguna de discusión a su tesis. El ministro del Interior dijo que quien dudara de sus afirmaciones era un “miserable”, de forma que Acebes calificaba de “miserables” a todos aquellos que gritaron en Madrid o en otras ciudades “¿quién ha sido?”

En la investigación de la policía, en ausencia de dato alguno que dirigiese ésta hacia ETA, la principal hipótesis de trabajo es ya el terrorismo islamista. Muchas personas, legítimamente, piensan que se les ha engañado o no contado toda la verdad. Hay quienes se han dirigido a sedes del PP para reclamarla. Cuando la cadena SER, con una labor informativa ejemplar, comenzó a informar de que sus fuentes en el CNI ya sólo apuntaban al terrorismo árabe, los ánimos estaba excesivamente encrespados para una jornada de reflexión imposible. Mariano Rajoy, quien este sábado afirmaba “tener la convicción moral” de que ETA firmó la masacre en una improcedente entrevista en el diario El Mundo, calificó de “ilegales e ilegítimas” las manifestaciones y afirmó que iba a reclamar ante la Junta Electoral Central, pues consideraba las protestas “inducidas” por algún partido político.

Ya es de noche es esta imposible jornada de reflexión. Desde mi ventana escucho el sonido de las cacerolas que la gente golpea desde sus balcones y en la calle. El silencio se ha interrumpido por el clamor de unos ciudadanos que se sienten estafados. No es el escenario más idóneo para acudir a unas urnas que mañana pueden echar humo. Es deseable que la gente vaya mañana a los colegios electorales con serenidad y con el único ánimo de homenajear a las víctimas del 11-M.

El Gobierno vuelve a mentir o, por decirlo más eufemísticamente, a ocultar información. Se ve que no han perdido una costumbre ya adquirida desde la guerra de Irak. ¿Dónde quedó la cacareada transparencia anunciada por Acebes? ¿Por qué se ha insistido hasta hoy en unas hipótesis que en casi ningún momento se sustentaron en datos fidedignos y verosímiles? Sin embargo, frente a las dudas que me plantean los representantes políticos del Gobierno, reafirmo mi confianza en la honradez y profesionalidad de unas fuerzas de seguridad modélicas. Han hecho su trabajo bien, rápido y parece que éste empieza a dar sus frutos.

Pero, cuando me disponía a concluir este artículo, de nuevo el Gobierno insiste en su campaña de manipulación. En una aparición grabada que emitió TVE, el portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana, acusó de hacer campaña electoral a un miembro del PSOE, en alusión a Alfredo Pérez Rubalcaba, quien a su vez aseguró que los españoles se merecen “un Gobierno que no les mienta”. Se le olvidó a Zaplana, u obvió, que quien inicialmente había hecho campaña fue el candidato del partido gubernamental, Mariano Rajoy. ¿O cómo se deben interpretar las manifestaciones de Rajoy en este sábado preelectoral? Por el contrario, el candidato del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, no hizo ninguna declaración este sábado a pesar de que, como explicó Rubalcaba, entre los socialistas manejaban los mismos datos de los que disponía Acebes. Zapatero, por tanto, hizo lo que debía. Ante este panorama, a uno sólo le resta sentir vergüenza del Gobierno que nos representa e indignación por estas lamentables actuaciones postreras.

Al hilo de estos hechos conviene mencionar que, sin un motivo lógico, Televisión Española alteró esta noche la programación de La Primera posterior a Informe Semanal. En la prensa de hoy sábado se anunciaba para esa hora la emisión de la película Shakespeare in Love, filme que ya había emitido el viernes esta misma cadena pública. Sin embargo, finalmente se emitió Asesinato en febrero, película excepcional y necesaria sobre el asesinato de Fernando Buesa a manos de ETA que Telemadrid ya había ofrecido la noche del viernes. Todo alimentaba, por tanto, mi particular sensación de sentirme manipulado, más aún cuando el comportamiento de TVE y sus servicios informativos ha distado mucho de la profesionalidad y la imparcialidad en pasadas fechas.

Al margen de estos bochornosos hechos protagonizados, cómo no, por nuestros políticos, hay una consideración que debe hacerse a la luz de los nuevos datos. Ya no queda ninguna duda sobre la autoría, y menos aún tras la última comparecencia de Acebes, que ha informado de la aparición de un vídeo árabe que reivindica los atentados. La matanza de Madrid la han perpetrado radicales islamistas, lo que cierne sobre nuestro país y sobre toda Europa una amenaza de dimensiones incalculables. En el resto del continente, la preocupación se ha ido acrecentando conforme se ha deslindado a ETA del atentado y, consiguientemente, vinculado éste a terroristas musulmanes. Este nuevo enemigo de la paz, la libertad y la democracia supone un desafío que debería exigir una unidad de toda Europa para encauzar una lucha conjunta contra el terrorismo, sea éste del signo que sea.

Tampoco ahora es el momento de esgrimir el argumento de que los barros de la política exterior de Aznar nos han traído estos trágicos lodos. Aunque, a lo largo de estos dos días, pareciese como si algunos pusieran todo su empeño en impedir que nos acordásemos de aquello. Dentro de unas horas, los españoles podrán expresarse en las urnas. Que cada uno lo haga según su criterio y atendiendo sólo a su conciencia. En cualquier caso, la votación debe celebrarse con la intención de rendir tributo a los doscientos muertos, a quienes aún se debaten entra la vida y la muerte y a los que quedarán marcados de por vida por el horror del 11-M. Pospongamos las discusiones y nunca nos olvidemos de ellos, pues ellos, al igual que todos nosotros, formaban y forman parte del pueblo inocente.


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