Viernes, 5 de septiembre de 2003

COLABORACIONES
Pensamiento coherente sobre la realidad
por JOSÉ REPISO MOYANO*

Si una cosa la podemos soñar, no significa que sea un sueño; si una cosa la podemos dibujar, no significa que sea un dibujo; si una cosa la podemos comparar, no significa que sea una comparación; si una cosa la podemos imaginar como estática, no significa que sea estática -"limitada"-; si una cosa la podemos negar, no significa que sea una negación, que no exista.

Porque todos sabemos que la mente tiene su juego propio, indispensable para sobrevivir, para satisfacerse; incluso de una forma insumisa ante la razón, ante la realidad. La mente desafía, "apuñala" la realidad siempre que tenga una oportunidad -aunque no siempre con coherencia-, pues quiere controlarla, moldearla, anularle los "fríos" códigos que la sustentan si no le interesan. Así, no desperdiciará teorías anímicas que se extrapolen de lo más elemental, de lo coherente.

Ahora bien, con los pies en el suelo, lo absoluto es lo ilimitado, sin restricciones, que se puede relacionar pero no es relación "per se", que existe y de una forma cambiante en sus formas -ni siquiera el cuerpo humano es fijo, fijo-, aunque con unas "leyes" fijas -principios fijos que permanecen-.

En determinación, todo lo existencial lo es porque posee esas "leyes", y las posee porque todo viene de algo, es producido, tiene sus causas. Por lo tanto, considérense esas "leyes" como causas, sustentos reales, axiomas existenciales.

Ilimitado es el tiempo, el espacio, la realidad en suma, en su contexto real -existente- y siempre limitada a su contexto irreal -inexistente-. De ahí que en un anterior artículo tratase de los límites de la realidad: sí, ante la inexistencia, en cuanto a que la realidad sólo tiene capacidades limitadas ante lo que no es probable, que forma parte de la fantasía o de cualquier deformación de lo real.

No obstante, cuando creemos que la vida es limitada, en poco nos damos cuenta de que no es así, que ha ocurrido y puede ocurrir infinitamente en lo que transcurre -sin limitaciones reales-. El ser humano, al analizar las cosas, las detiene, las hace dibujos, y comete el error de que las limita a ese instante, las somete a un valor o a un concepto aislado, vulnerable a la máxima del transcurrir de todo. El ser humano se decepciona al comprobar con ingenuidad que ese valor paralizado, limitado téoricamente, se desvanece con sus oportunistas puntos de referencia atribuidos a su esencialidad fija -porque los puntos de referencia son útiles sólo en lo teórico de lo ilimitado, y éstos son asimismo ilimitados, no oportunistas, no codificados a una conveniencia racional, sino a la coherencia racional-.

Por ello, cada cosa es ilimitada en sus infinitas posibilidades (no hablo de capacidades); por ejemplo, un ser humano tiene infinitas posibilidades sobre lo que le pueda ocurrir. También cada cosa es independiente de otra cosa, no puede ser esa otra cosa a un mismo tiempo.

Reaccionariamente -para su conveniencia- la mente no quiere lo ilimitado, sino limitar y controlar, y sobornar a la realidad. Los conceptos subjetivos igualmente son ilimitados, absolutos; porque el amor, la esperanza, la tranquilidad, etc., no tienen limitaciones: siempre hay una esperanza mayor -algo que demuestra que es absoluta-. Sin embargo, alguien dirá que su amor no lo es, pero ¿puede cohonestar la realidad?, ¿puede negarse ante él, puede limitarlo, puede no admitir que está a expensas de todo el amor posible? ¿Puede arrancarse a sí mismo o a la vida eso?


*José Repiso Moyano es escritor.

 

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