Martes, 13 de agosto de 2002

NUESTRAS FIRMAS
El anteojo
Los "exponentes" de Otegui
por Matías Cobo

Resulta cada día más indignante el lenguaje políticamente correcto batasuno Ahora, para los correligionarios de ETA, una niña de 6 años e indefensa es un “exponente” del conflicto vasco. Si nos atenemos al significado de “exponente” que da la RAE, resulta que la pobre Silvia es un “prototipo (persona o cosa representativa de lo más característico en un género)”. Nada más lejos de la realidad. Porque, a buen seguro, ni Silvia iba con una nueve milímetros para bellum ni tenía intención de matar a nadie (si ni siquiera tendría muy claro qué ocurre cuando a alguien se le quita la vida). Los auténticos “exponentes” son los salvajes que colocaron la bomba que asesinó a esta pobre niña y a un transeúnte, Cecilio, que esperaba el autobús. Ellos son los que, con cada acción, muestren la auténtica realidad. Y la realidad es que estos cobardes con pistola no matan por ideas; simplemente, matan por seguir el único sentimiento que habita en su interior: el odio al que no es semejante. Estos enfermos, a los que se les ha lavado el cerebro desde la cultura nacionalista radical, sí son los prototipos de lo que es ETA y de lo que son quienes les amparan con la palabra. ¿Si le ocurriera a un hijo suyo, en caso de que tenga, Otegui diría también que su muerte fue un “exponente” del conflicto vasco? Aunque, bien pensado, no tiene sentido plantear esta pregunta a un cínico que no respeta los derechos más básicos de las personas.

Entrar en mayores discusiones de si existe o no un problema político es volver a morder la cola de la misma pescadilla. Porque las diferencias políticas se dirimen a través del cauce normal de toda política democrática: el diálogo y las urnas. Decir que la meta de los terroristas y de Batasuna es de carácter político es otro eufemismo perverso (como en el caso de “exponente”). Pues ellos no hacen política: ellos lo que hacen es exigir, con muertos como argumento de negociación, una realidad que algunos vascos comparten, pero reprueban su consecución por la vía violenta, y otros no. Y tanto a unos como a otros hay que respetar. No se puede acabar con quienes no piensan igual simplemente por el hecho de que difieran. Ésa es la base sobre la que se asienta todo totalitarismo: preconizar una verdad única que, o acatan todos, o aquellos que no lo hagan mueren. Así de simple, así de cruel.

Quizá, a estos Cervantes en ciernes como Otegui, les debería dar unas pequeñas lecciones el profesor Lázaro Carreter. Para que así no llamen conflicto a lo que no lo es, pues no puede haberlo si sólo matan de un bando y sólo mueren del otro. O para que no llamen “exponente” a quien, simplemente, ha sido asesinado. O no confundan a los oprimidos con opresores, y viceversa. Para que no llamen aspiración política o lo que es una mera imposición por la vía violenta. Para no confundir el todos con el algunos cuando se refieren a quienes se identifican con ese patria vasca que tanto reivindican. Para que no llamen héroes libertadores del pueblo vasco a quienes son meros terroristas que, solamente, se dedican a descerrajar tiros en la nuca y colocar bombas. En definitiva, para que dejen de buscar palabros vacuos, asechos y, sobre todo, injustos con la realidad que hoy tristemente vivimos: el intento de dictadura que Otegui, y Arzalluz desde la sombra, intentan liderar en el País Vasco, a costa de víctimas de allí y de aquí, en el resto de España.

 

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