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Unos
locos alemanes que tendieron puentes entre
el rock y la abstracción sin sonar
tediosos, que llevaron el minimalismo hasta
extremos desconocidos |
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RODUCTOS DE la experimentación
suicida y el kamikazismo comercial, los tres primeros discos
de Neu!, con sus virtudes y excesos, se adelantaron al ambient,
al punk, al noise e incluso a los remixes. La reedición
de
la trilogía formada por ‘Neu!’, ‘Neu!
2’ y ‘Neu! 75’ (Gronland/Everlasting)
nos da pie a dedicar unas pocas líneas a unos locos
alemanes que tendieron puentes entre el rock y la abstracción
sin sonar tediosos, que llevaron el minimalismo hasta extremos
desconocidos. Austera como la tipografía de sus portadas,
la música de estos aplicados antidivos suena hoy tan
desconcertante como hace treinta años.
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Pospuesta por rencillas internas, la reedición de los
primeros discos de los de Düsseldorf nos permite ver
desde otra perspectiva el Kraut Rock, un movimiento musical
merecidamente estigmatizado por su pretenciosidad intelectual
pero que tuvo la virtud de crear algo nuevo sin copiar sin
más al pop inglés, a diferencia de sus coetáneos
europeos. Neu! era un grupo (dúo en los dos primeros
discos) cerebral, de acuerdo, pero liderado por unos músicos
con la masa encefálica alterada: Michael Rother y Klaus
Dinger, capaces de abrir su disco de debut con una obsesiva
sucesión de diez minutos de percusiones metronómicas
y acordes lineales titulada ‘Hallogallo’. ¿Estaba
el público preparado para semejante desfase? A juzgar
por el sorprendente éxito que tuvo en las discotecas
españolas, parece ser que sí. Lo cierto es que
Rother y Dinger, que aún hoy conceden entrevistas por
separado porque no se pueden ni ver, dieron forma a un sonido
que tenía mucho más que ver con jam sessions
accidentales que con planteamientos teóricos sesudos.
Sus discos, temerariamente publicados en nuestro país
por el sello Movieplay, son un ejemplo de osadía, por
la limitación técnica de la que hacían
gala como instrumentistas, y de intuición precursora,
clave para entender el culto que se les profesa en algunos
círculos. Repasémoslos.
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Michael Rother. |
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Klaus Dinger. |
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‘Neu!’ (72). Grabado en cuatro noches, la ópera
prima, comienza con el citado “Hallogallo”.
Caótico y centrífugo, construido a base de
cadencias rítmicas maquinales y divagaciones atmosféricas
con aires industriales, se ha convertido en un clásico
krautrockero. Un extenuante prólogo para un disco
monocorde, casi obtuso, infraproducido (¿también
precursores del ‘low-fi’?) y por momentos desasosegante.
El resto del minutaje lo comparten efluvios cósmicos,
guitarras lánguidas, voces experimentales y un ruidismo
inmisericorde que se anticipa al noise que años después
exprimirían discípulos aventajados como Sonic
Youth.
Neu! 2’ (73) es una continuación de los radicales
postulados de su predecesor con ‘Für immer’
planeando con un solo acorde durante once minutos que producen
una sensación de eterno despegue, tema al que sucede
un monolítico solo de batería con ecos industriales
y el desquiciado hallazgo de ‘Lila Engel’, compuesta
a base de unas voces agónicas y riffs reverberantes
que posteriormente se encargarían de explotar los
cachorros del punk. Los problemas presupuestarios hicieron
que la ‘seite 2’, o segunda cara, se completase
con temas de relleno cuyos chapuceros efectos sonoros consisten
en acelerar y decelerar las revoluciones dando lugar a un
pastiche o remix enervante que sus autores en alguna ocasión
han pretendido justificar con coartadas warholianas.
‘Neu! 75’ es el más melódico
de la trilogía, el más cósmico e interestelar.
Para muchos también el mejor. Los minutos avanzan
siguiendo la senda de un ambient que narcotiza al oyente
a base de efectos de olas de mar, pianos lacónicos,
sintetizadores primitivos y ritmos obsesivos. Sin este artefacto
sonoro probablemente Eno y Bowie nunca hubieran grabado
el celebrado “Heroes”, no en vano un disco que
forma parte de la llamada ‘trilogía alemana’
del camaleónico intérprete.
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