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CRÍTICA




PEDRO GALIANO @ Miércoles, 12 de octubre de 2005

Unos locos alemanes que tendieron puentes entre el rock y la abstracción sin sonar tediosos, que llevaron el minimalismo hasta extremos desconocidos
RODUCTOS DE la experimentación suicida y el kamikazismo comercial, los tres primeros discos de Neu!, con sus virtudes y excesos, se adelantaron al ambient, al punk, al noise e incluso a los remixes. La reedición de la trilogía formada por ‘Neu!’, ‘Neu! 2’ y ‘Neu! 75’ (Gronland/Everlasting) nos da pie a dedicar unas pocas líneas a unos locos alemanes que tendieron puentes entre el rock y la abstracción sin sonar tediosos, que llevaron el minimalismo hasta extremos desconocidos. Austera como la tipografía de sus portadas, la música de estos aplicados antidivos suena hoy tan desconcertante como hace treinta años.


Pospuesta por rencillas internas, la reedición de los primeros discos de los de Düsseldorf nos permite ver desde otra perspectiva el Kraut Rock, un movimiento musical merecidamente estigmatizado por su pretenciosidad intelectual pero que tuvo la virtud de crear algo nuevo sin copiar sin más al pop inglés, a diferencia de sus coetáneos europeos. Neu! era un grupo (dúo en los dos primeros discos) cerebral, de acuerdo, pero liderado por unos músicos con la masa encefálica alterada: Michael Rother y Klaus Dinger, capaces de abrir su disco de debut con una obsesiva sucesión de diez minutos de percusiones metronómicas y acordes lineales titulada ‘Hallogallo’. ¿Estaba el público preparado para semejante desfase? A juzgar por el sorprendente éxito que tuvo en las discotecas españolas, parece ser que sí. Lo cierto es que Rother y Dinger, que aún hoy conceden entrevistas por separado porque no se pueden ni ver, dieron forma a un sonido que tenía mucho más que ver con jam sessions accidentales que con planteamientos teóricos sesudos. Sus discos, temerariamente publicados en nuestro país por el sello Movieplay, son un ejemplo de osadía, por la limitación técnica de la que hacían gala como instrumentistas, y de intuición precursora, clave para entender el culto que se les profesa en algunos círculos. Repasémoslos.

Michael Rother.
Klaus Dinger.

‘Neu!’ (72). Grabado en cuatro noches, la ópera prima, comienza con el citado “Hallogallo”. Caótico y centrífugo, construido a base de cadencias rítmicas maquinales y divagaciones atmosféricas con aires industriales, se ha convertido en un clásico krautrockero. Un extenuante prólogo para un disco monocorde, casi obtuso, infraproducido (¿también precursores del ‘low-fi’?) y por momentos desasosegante. El resto del minutaje lo comparten efluvios cósmicos, guitarras lánguidas, voces experimentales y un ruidismo inmisericorde que se anticipa al noise que años después exprimirían discípulos aventajados como Sonic Youth.

Neu! 2’ (73) es una continuación de los radicales postulados de su predecesor con ‘Für immer’ planeando con un solo acorde durante once minutos que producen una sensación de eterno despegue, tema al que sucede un monolítico solo de batería con ecos industriales y el desquiciado hallazgo de ‘Lila Engel’, compuesta a base de unas voces agónicas y riffs reverberantes que posteriormente se encargarían de explotar los cachorros del punk. Los problemas presupuestarios hicieron que la ‘seite 2’, o segunda cara, se completase con temas de relleno cuyos chapuceros efectos sonoros consisten en acelerar y decelerar las revoluciones dando lugar a un pastiche o remix enervante que sus autores en alguna ocasión han pretendido justificar con coartadas warholianas.

‘Neu! 75’ es el más melódico de la trilogía, el más cósmico e interestelar. Para muchos también el mejor. Los minutos avanzan siguiendo la senda de un ambient que narcotiza al oyente a base de efectos de olas de mar, pianos lacónicos, sintetizadores primitivos y ritmos obsesivos. Sin este artefacto sonoro probablemente Eno y Bowie nunca hubieran grabado el celebrado “Heroes”, no en vano un disco que forma parte de la llamada ‘trilogía alemana’ del camaleónico intérprete.

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