SEMANA DEL 9 AL 15 DE JULIO DE 2001
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Teletrabajo: una realidad aún en expansión

«El teletrabajo se usará en las situaciones que así lo recomienden. En ningún modo sustituirá al trabajo presencial, sino que será un complemento». Ésta es la opinión de Mari Ángeles Navarro, gerente de la AET (Asociación Española de Teletrabajo), sobre esta nueva modalidad laboral que aún está en ciernes. Pero, no obstante, no es la única voz que, además de mostrar una visión optimista, se expresa en tono comedido sobre el futuro de este tipo de trabajo alternativo. De hecho, las cifras respaldan este comentario, al menos en España. Navarro asegura que, pese a que no hay datos concretos, el número de teletrabajadores, en el territorio nacional, rondaría actualmente «los 365.000». Aunque Navarro precisa que estos guarismos son «poco fiables», puesto que el teletrabajo «es un modo de efectuar un trabajo, no una profesión» y, por lo tanto, «no consta en los registros del censo laboral». Luego la cifra podría ser aún mayor.

MATÍAS COBO
Gracias al teletrabajo, una persona puede desarrollar sus tareas profesionales de forma flexible y sin la presencia física en la empresa durante una parte importante de su horario laboral. Las herramientas ni son tan costosas como pudiera parecer, ni tan difíciles de usar. Con «un ordenador actual, de unas 150.000 pesetas, y una red telefónica normal» se podría hacer teletrabajo a un nivel básico, según Fran Contreras, presidente de la Asociación Catalana de Teletrabajo (ACT). De todas formas, sí que se requerirán equipos más modernos y potentes para otras modalidades de teletrabajo. Por ejemplo, Olga Andreu, fundadora de la empresa “Virtu@l Service”, dice que para desarrollar su labor cotidiana, en la que se incluye el “teamworking” o trabajo en grupo, necesita también una conexión más rápida tipo RDSI o el fax.

En España se cree que hay sólo unos 365.000 teletrabajadores, lo que supone un 2,8% de la población activa
Hay una coincidencia generalizada en torno a la mayor efectividad del teletrabajo frente al trabajo presencial
Aplicación limitada

No se sabe aún con certeza cuándo el teletrabajo será una realidad masivamente instaurada, pero sí se puede afirmar que el teletrabajo no es ni será aplicable a todas las profesiones. La gerente de la AET afirma que se impondrá en aquellas «áreas especializadas en las que sea posible trabajar con la mera localización del empleado a través de la red». De esta manera, sólo en algunos ámbitos profesionales, como en el periodismo, en la informática o en la docencia, se podrá aplicar el teletrabajo de forma plena. Sirva como muestra el tipo de profesionales que forman la ACT (Asociación Catalana de Teletrabajo), ya que, de los 6.000 afiliados con los que cuenta, 625 realizan “telesecretariado”, 600 son profesores y pedagogos, 550 profesionales del marketing y la publicidad o 525 son periodistas, entre otros perfiles. Por tanto, habrá gran cantidad de ámbitos en los que no se podrá renunciar al trabajo presencial.

Las voces críticas con el teletrabajo dicen que éste puede degenerar en una deshumaniza-
ción del trabajo
Las empresas medianas y pequeñas aún se muestra escépticas a la hora de implantar el teletrabajo. Sólo las grandes compañías lo hacen
Sin embargo, y como asegura Mari Ángeles Navarro, el tiempo necesario para que se asiente el teletrabajo será mayor o menor en función de «la celeridad con la que se implanten las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) en las Empresas y en los propios trabajadores». Así, hay países en los que, al estar en la vanguardia del uso de estas tecnologías, ya se ha ganado mucho terreno en este aspecto. Por ejemplo en Finlandia, donde el 16,8% de la población activa realiza teletrabajo, o en Suecia, con un 15,2% de teletrabajadores. Estos datos, aportados en la edición de mayo de la revista “Ciberp@ís”, dejan entrever la aún escasa presencia del teletrabajo en España, donde sólo el 2,8% de los trabajadores practicaba esta particular modalidad de trabajo en 1999. En cualquier caso, también será crucial que se obre un cambio cultural que permita «sustituir la mentalidad del “fichar” y del empleo controlado por la confianza en el profesional y el trabajo por objetivos», vaticina Navarro.

Ventajas y desventajas

En torno al teletrabajo hay una cierta aureola de optimismo que, a veces, impide calibrar en su medida las posibles desventajas que pudieran derivarse de su aplicación. Diferentes sectores coinciden en catalogar el teletrabajo como un sistema más efectivo al presencial. «No hay que salir a las 6 de la mañana para llegar a las 8 a la empresa, se evita la incomodidad de los problemas del tráfico, entre otros, y ello hace que el trabajo sea más cómodo y eficaz», señala Leopoldo Seijas, profesor de Sistemas Informativos del Mundo Actual en la Universidad San Pablo CEU. Sin embargo, Seijas, que ha realizado algunos estudios sobre teletrabajo, advierte que la aplicación de este modelo comporta, por parte del teletrabajador, la asunción «de una disciplina importante, ya que éste dispondrá de todo el material de trabajo en su hogar o en el lugar donde trabaje y, además, será la empresa la que contacte con el empleado y no al revés». «A las 8 de la mañana o a cualquier otra hora, el teletrabajador se tiene que poner delante de la pantalla del ordenador porque aparecerá el jefe o aquella persona a la que hay que rendir cuentas del resultado de las tareas realizadas», añade Seijas. Incluso, hay sistemas informáticos que permiten controlar al empleado, por ejemplo a través del teclado, al usar un sensor que diferencie si el trabajador está realizando sus cometidos o por el contrario está usando el ordenador para jugar. «Hay unos plazos —afirma la gerente de la AET— convenidos para el desarrollo del trabajo y el proceso de ejecución. Si se cumplen los objetivos y funciona el intercambio cliente/proveedor, el hecho de que el trabajador realice sus labores en la madrugada o desde su cocina es irrelevante». La flexibilidad de horarios y la libertad de movimientos son, por tanto, dos de las ventajas más destacadas del teletrabajo. Además, el hecho de trabajar a distancia no impide que se pueda desarrollar una labor en grupo. Éste es el caso de la AET, donde está plenamente desarrollado el “e-trabajo”: «Hacemos —atestiguan desde esta asociación— trabajo en equipo entre profesionales de distintas zonas geográficas de España y de distintos países. De hecho, nuestra junta directiva está compuesta por miembros que habitan en Francia, San Sebastián, Murcia y distintas zonas de Madrid. Trabajamos en nodo con componentes de zonas españolas y de Latinoamérica».

El mundo empresarial observa aún con escepticismo las potencialidades de este sistema de trabajo. Sólo grandes compañías como IBM han empezado a incrementar su plantilla de teletrabajadores de forma ostensible, ya que la aplicación de este método supone unos costes sustanciosos para la empresa, que tendrá que proveer a sus trabajadores del material necesario para que éstos puedan trabajar a distancia de forma total. Pero las contrapartidas que puede aportar el establecimiento del teletrabajo en una empresa son interesantes. Desde la AET se trabaja duro para convencer de ello a los cuadros directivos de las compañías y empresas nacionales, pues creen que «ahorrarían en instalaciones, tiempo y excedencias o bajas» al extender este método de empleo. Asimismo, el teletrabajo «mejora los resultados del asalariado, al poder realizar éste sus funciones en los horarios en los que su rendimiento es mayor y sin las interferencias tan frecuentes que se derivan del compartir herramientas con el resto del personal».

Dado que ésta es una especialidad aún en sus albores, la relación o el contacto entre los teletrabajadores y el mundo de los sindicatos todavía es pobre. Fran Contreras, presidente de la ACT, lamenta esta situación y señala que, dentro de su asociación, los miembros «que no disponen de apoyo sindical cuentan con un servicio de asesoramiento legal». Contreras explica que se trata de eliminar las barreas existentes entre los grandes sindicatos, como UGT o CC.OO., y el creciente sector de teletrabajadores. De hecho, la ACT ha conseguido adscribirse al Sindicato de Unión Democristiana de Trabajadores, que está vinculado a CiU (Convergencia i Unió), partido gobernante en la Generalitat. Olga Andreu, que es autoempleada, además de teletrabajadora, no cree positivo que los sindicatos desaparecieran o perdieran fuerza ante un hipotético establecimiento del teletrabajo de forma intensiva. «En el fondo seguimos siendo trabajadores», comenta Andreu, quien manifiesta sus quejas por la poca atención que el teletrabajo recibe de los sindicatos. «Queda mucho por escribir sobre la protección de los teletrabajadores, puesto que éste es un método nuevo. Hasta ahora la legislación laboral contempla sólo al trabajador que desarrolla su actividad desde un empleo presencial. El hecho de que se trabaje desde otra ubicación conlleva un cambio de la legislación vigente», esgrime Andreu.

La presencia del teletrabajo en nuestra sociedad es rampante. Más aún desde que en estos últimos años se ha acelerado el acceso a las telecomunicaciones y el uso de las mismas. No se puede predecir con contundencia cuándo el ejercicio masivo del teletrabajo será una realidad. Pero es incuestionable que este nuevo modelo de trabajo ya existe y va a incrementar su protagonismo con el paso de los años. Hay aún multitud de voces desconfiadas que muestran ciertos escrúpulos al hablar del teletrabajo. Creen que se deshumanizará la vida laboral, que el trabajador se convertirá en alguien solitario y que, con este método, se puede abrir un resquicio a la picaresca al no haber un control presencial. Frente a estas tesis, hay quienes enjuician el teletrabajo con unas expectativas halagüeñas al tiempo que prudentes. Olga Andreu, una emprendedora de este mundo que formó su empresa en 1999, considera que «el teletrabajador no tiene por qué ser una persona solitaria. Éste mantiene contacto constante con otras personas que también trabajan a través del correo electrónico, chats, videoconferencias o una simple llamada telefónica. Estamos hablando de una nueva cultura del trabajo, es necesario cambiar el “chip”, ser muy autodisciplinado y consciente del trabajo que se está desarrollando».


¿Es posible enseñar y aprender a distancia?

La educación a distancia, al igual que el teletrabajo, también está en fase de desarrollo. En España, hay pocas experiencias dentro de este ámbito. La Universidad Oberta de Cataluña (UOC) es pionera en este nuevo modelo de enseñanza, ya que ofrece a sus alumnos la posibilidad de obtener una titulación universitaria a través de una educación no presencial. Elena Barberà, Antoni Badia y Josep María Mominó, profesores de este centro y coautores del libro “La incógnita de la educación a distancia”, sostienen en el mismo que «la incorporación de las TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación) a la educación a distancia ha ocasionado un cambio sustancial en la forma de considerar este tipo de educación». La incidencia de las TIC es tal que «los procesos educativos que se llevan a cabo en los entornos virtuales de aprendizaje se explican preferentemente bajo consideraciones tecnológicas», explican estos tres profesores. Pero se puede encontrar, en España, un precedente más remoto en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), que permite también obtener titulaciones de rango universitario sin cursar los estudios en las aulas. No obstante, el modelo de la UNED aún está evolucionando y desarrollando lo que se denomina como “cursos virtuales”, dentro del programa “CiberUNED”.

La educación a distancia continúa en fase de experimenta-
ción. Sólo hay algunas proyectos pioneros como el de la Univer-
sidad Oberta de Cataluña
Leopoldo Seijas, profesor de Sistemas Informativos del Mundo Actual en la Universidad San Pablo CEU, se muestra remiso a que la educación convencional en las aulas se vea suplantada por este nuevo modelo. «La Universidad no es solamente un profesor, un alumno, unos apuntes y una clases más o menos brillantes. Es otras muchas cosas más. Es la relación alumno con alumno y alumno-profesores. La Universidad es una comunidad y, por tanto, seguirá, como ha hecho durante siglos, tomando el pulso de la sociedad». Pero ello no es óbice para que Seijas reconozca que la aplicación de las nuevas tecnologías es de gran utilidad para la práctica docente. «Hay conferencias o seminarios que sí se pueden impartir, por ejemplo, vía videoconferencia, y eso es positivo». La cuestión, concluye el profesor Seijas, es que este modelo de educación no debería acabar con «la esencia en sí de la Universidad».


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