Semana del 9 al 15 de julio de 2001 (Número 7)

LA HUELGA DEL SEPLA
Iberia, irresponsable; los pilotos, aún más; y el Gobierno, tardío

Las exigencias de última hora del Ejecutivo consiguieron que la compañía cediese y reanudase los vuelos

EL OJO CRÍTICO
Aprovechando el auge turístico de la época, los pilotos la vuelven a armar. Estos profesionales son los mejor pagados de su sector dentro de Europa y, pese a ello, no parecen estar satisfechos con sus generosos emolumentos (25 millones anuales de media). Sus reivindicaciones puede que sean más o menos lícitas, pero hacerlas coincidir, como tradicionalmente hacen, con la temporada alta de turismo es una afrenta a toda la sociedad española. Además, por muy justificadas que estén sus quejas, podrían comparar sus sueldos con la media de la mayoría de los españoles. Seguro que los pilotos saldrían claramente beneficiados.

El colofón a una huelga plagada de despropósitos se puso en la noche del jueves al viernes. El máximo ejecutivo de la compañía, Xabier Irala, apremiado ante una situación que no supieron manejar desde Iberia, decretó el cese de todas las operaciones de vuelo. Una medida desesperada que se tomó, según adujo Irala, porque no se podía garantizar la seguridad de los pasajeros. Pero la inopinada velada aún no había concluido. Aparecería en escena el ministro de Fomento Francisco Álvarez Cascos. En un programa deportivo, dirigido —cómo no— por el omnipresente García, el ministro solventó la 'papeleta' en 'la noche de los transistores bis' (aunque ésta fue una versión menos dramática).

Coacción

La "desproporcionada" medida de Irala responde a una maniobra de coacción contra el Gobierno. Es decir, la dirección de la compañía pretendía forzar el arbitrio del Ejecutivo y, así, poner fin a una huelga igualmente coercitiva. Por su parte, los pilotos, con el uso de los pasajeros como rehenes, chantajearon a la compañía para exigir un aumento de sueldo que suena a recochineo.

A pesar de que la situación, ahora, ha vuelto a la normalidad, los pilotos aún creen que sus demandas no han sido atendidas. De hecho, afirman que han desistido en sus empeños ante las presiones gubernamentales. Por tanto, no habrá que dar por zanjado el problema, pues es posible que en futuras fechas claves —vacaciones estivales o de otro tipo— los 'chicos' del SEPLA vuelvan a la carga.

El problema de todo este asunto es que los principales y únicos damnificados son los ciudadanos. Su situación es de total indefensión. Están a expensas del capricho de unos profesionales con unos ingresos que ya quisieran otros para sí. Con esto, no obstante, no decimos que los pilotos deban resignarse ante las posibles injusticias que pueda cometer Iberia. Lo que aconsejamos es que traten de encauzar sus denuncias por otras vías, sin crear alarma social y desde una responsabilidad mayor.

No es posible, por poner un caso, que una persona que espera un trasplante de corazón tenga que esperar a que llegue dicho miembro por una cancelación del vuelo que lo debería transportar. Éste quizá sea un ejemplo extremo, pero hay otros, como el de aquellos ejecutivos o empresarios que ven frustradas sus reuniones de negocios ante estos contratiempos. O, incluso, no es de recibo que quien se disponga a disfrutar de unos días de asueto vea rotos sus planes porque su vuelo ya no va a despegar.

Repetimos: Iberia es una compañía privada, pero el servicio que dispensa es público. Por tanto, el Gobierno no debe tolerar que se repitan situaciones como la de esta semana. Debe garantizar el cumplimiento de este servicio, dado que es vital para muchas personas de este país.


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