por JOSÉ REPISO MOYANO*
La imaginación
L NIVEL de inteligencia de los animales -excluido el del ser humano- se
encuentra
limitado por el instinto, porque corresponde a mínimas acciones y
repetitivas, es
decir, no se crea más necesidades para actuar y, además, no atiende al
entorno
en general. Lo primero que se sabe es, por ello, que posee una reducida y
suficiente atención: la que deriva de su instinto de supervivencia y es
asegurada,
repetida una y otra vez -a través no de una memoria significativa, sino
mecánica-,
a impulsos.
Está claro que si un ser vivo tuviera una necesidad vital ajena a esa
impulsiva
conllevaría una atención mayor al entorno; porque así se relacionaría con
respecto
a él no en función de "lo que le sobrevive", sino de lo que añade por él
mismo,
contempla, y adquiriría lo imprescindible en el hecho intelectivo: la
capacidad de
recordar.
Desde eso, sólo una nueva situación biológica-medio habría de provocarle la
no-repetición de funciones a algunos de sus miembros orgánicos -con la ayuda
probablemente del medio que le eliminaba o le sustituía el resultado a tales
funciones- a favor de la búsqueda de otras. Por ejemplo, que su nuevo medio
careciera de árboles y dos de sus extremidades habituadas a treparlos le
sirvieran
luego, durante un largo tiempo, a una función "más creativa" y también como
defensa contra sus depredadores.
El caso es que el erguimiento, la bipedestación, ha sido el único recurso
viable
-ya es un hecho- por el cual un ser vivo entre tantos fue capaz de iniciar
experiencias: por él mismo, por voluntad. El suceso, tal hecho consiguió
inevitablemente que él prestase más atención a lo que le rodeaba y, eso,
significa que se motivaría por seguir experimentándose con el entorno ya de
forma voluntariosa, lúdica.
Pues bien, una actividad lúdica duradera no puede por menos que desarrollar
otro tipo de memoria menos "mecánica", menos causa-efecto, más generativa
de una percepción sobre el diferente uso de las cosas, esto es,
incentivadora
de una conciencia que experimenta -para sí- la utilidad, el valor nuevo -el
afecto
o el sentimiento creado-, la empatía por las cosas -el participar con sus
existencias-. El ser humano es el único ser vivo que "vive" lo que se
encuentra
a kilómetros de él; y sólo porque... lo ha retenido en su mente: es capaz de
recordar en suma. Pero, ¿porque? Pues por imágenes, es decir, lo que ve o
toca
o huele relacionado o referenciado por conceptos, por símbolos
significativos
-aquellos que no corresponden a la memoria instintiva- que utiliza para
recordar.
La memoria significativa o intelectiva se basa en que se reproduce una
experiencia relacionándose con un símbolo que la hace ser almacenada y,
luego,
coherente o conectiva a través del mismo o de un parecido estímulo simbólico
se evoca a una experiencia en general.
No puede ser de otra manera, el recuerdo se "almacena" para ser evocado
simbólicamente o referenciado a una experiencia presente o conciencia, como
propugnaba Bergson. Mientras, está a la espera, en la inconsciencia, para
ser
después convertido en imagen que provocará un estímulo simbólico o
conceptual.
Se recuerda, de seguida, lo que guarda conexión hasta un presente, pero sólo
existe conexión con una obligatoria relación; y una imagen no puede estar
conectada en la mente sino por sólo conceptos que son los instrumentos que
"recogen" cada imagen.
Por ejemplo: Sobre una mesa hay miles de fotografías -representando a la
inconsciencia- y donde se recoge una o varias que corresponde a lo que se ha
vivido en ese instante es en la construida conciencia a través de la
imaginación;
y, en efecto, puede rescatarlas porque existe una conexión, un puente, una
vía,
una simbología constante -un orden simbólico- que le permite "llegar
rápido",
"encontrar rápido" esas precisas que corresponden a lo que está viviendo en
ese instante. No es "un recoger" sin sentido, sino sujeto a un sentido
simbólico.
En claridad, la imaginación es la que se remite a una coherencia, a la
razón; aunque
otro aspecto de la imaginación es que puede deformar voluntariamente la
realidad
fantaseándola: recurrir a construirse como no son las cosas porque eso causa
emociones nuevas en un beneficio de huir de lo que le daña la realidad y
porque
la imaginación también idealiza, proyecta al futuro ideas. Eso, pues, es más
o menos
lo que llamamos fantasía.
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Notas.- El ser humano no recibe información, sino que conecta a su simbología -de su
experiencia general- experiencias y de esa conexión ya hace información,
pero
cuando las experiencias las personaliza o las impregna con su simbología.
La imagen simbólica no es sólo imagen visual, sino imagen conceptual; en los
invidentes es estrictamente conceptual.
La imaginación es, por definición, lo que evoca una memoria organizada o
desorganizada, pero en la conciencia siempre si es organizada con respecto a
la realidad; es su instrumento.
La conciencia es lo evocado, lo organizado como memoria simbólica con
respecto a lo real, el resultado presente de la atención voluntaria al medio, o sea,
aquél conseguido desde unas experiencias iniciadas por el mismo sujeto, el cual ha
contemplado sus nuevas y continuadas funciones orgánicas provocadas en y por
el medio. El recuerdo es la evocación misma, la evocación de experiencias-imágenes
hasta la conciencia; interviene siempre el apto conciente del instante porque sea
real -en la imaginación no, pues, ésta se encuentra también en los sueños donde
grados de inconsciencia reducen que el recuerdo sea real y no deformado-.
Lecturas recomendadas: Henri Bergson ("Ensayo sobre los datos inmediatos de
la conciencia", "La evolución creadora"), John Dewey ("La escuela y el niño"),
el cual experimenta que, cuando conscientemente se decide el cambiar una
organización de vida en beneficio del progreso intelectivo, el ser humano
recurre
a todo su potencial imaginativo.
*José Repiso Moyano es escritor.
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