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 Reflexiones |  Domingo, 25 de julio de 2004

por JOSÉ REPISO MOYANO*
La imaginación

L NIVEL de inteligencia de los animales -excluido el del ser humano- se encuentra limitado por el instinto, porque corresponde a mínimas acciones y repetitivas, es decir, no se crea más necesidades para actuar y, además, no atiende al entorno en general. Lo primero que se sabe es, por ello, que posee una reducida y suficiente atención: la que deriva de su instinto de supervivencia y es asegurada, repetida una y otra vez -a través no de una memoria significativa, sino mecánica-, a impulsos.

Está claro que si un ser vivo tuviera una necesidad vital ajena a esa impulsiva conllevaría una atención mayor al entorno; porque así se relacionaría con respecto a él no en función de "lo que le sobrevive", sino de lo que añade por él mismo, contempla, y adquiriría lo imprescindible en el hecho intelectivo: la capacidad de recordar.

Desde eso, sólo una nueva situación biológica-medio habría de provocarle la no-repetición de funciones a algunos de sus miembros orgánicos -con la ayuda probablemente del medio que le eliminaba o le sustituía el resultado a tales funciones- a favor de la búsqueda de otras. Por ejemplo, que su nuevo medio careciera de árboles y dos de sus extremidades habituadas a treparlos le sirvieran luego, durante un largo tiempo, a una función "más creativa" y también como defensa contra sus depredadores.

El caso es que el erguimiento, la bipedestación, ha sido el único recurso viable -ya es un hecho- por el cual un ser vivo entre tantos fue capaz de iniciar experiencias: por él mismo, por voluntad. El suceso, tal hecho consiguió inevitablemente que él prestase más atención a lo que le rodeaba y, eso, significa que se motivaría por seguir experimentándose con el entorno ya de forma voluntariosa, lúdica.

Pues bien, una actividad lúdica duradera no puede por menos que desarrollar otro tipo de memoria menos "mecánica", menos causa-efecto, más generativa de una percepción sobre el diferente uso de las cosas, esto es, incentivadora de una conciencia que experimenta -para sí- la utilidad, el valor nuevo -el afecto o el sentimiento creado-, la empatía por las cosas -el participar con sus existencias-. El ser humano es el único ser vivo que "vive" lo que se encuentra a kilómetros de él; y sólo porque... lo ha retenido en su mente: es capaz de recordar en suma. Pero, ¿porque? Pues por imágenes, es decir, lo que ve o toca o huele relacionado o referenciado por conceptos, por símbolos significativos -aquellos que no corresponden a la memoria instintiva- que utiliza para recordar. La memoria significativa o intelectiva se basa en que se reproduce una experiencia relacionándose con un símbolo que la hace ser almacenada y, luego, coherente o conectiva a través del mismo o de un parecido estímulo simbólico se evoca a una experiencia en general. No puede ser de otra manera, el recuerdo se "almacena" para ser evocado simbólicamente o referenciado a una experiencia presente o conciencia, como propugnaba Bergson. Mientras, está a la espera, en la inconsciencia, para ser después convertido en imagen que provocará un estímulo simbólico o conceptual.

Se recuerda, de seguida, lo que guarda conexión hasta un presente, pero sólo existe conexión con una obligatoria relación; y una imagen no puede estar conectada en la mente sino por sólo conceptos que son los instrumentos que "recogen" cada imagen. Por ejemplo: Sobre una mesa hay miles de fotografías -representando a la inconsciencia- y donde se recoge una o varias que corresponde a lo que se ha vivido en ese instante es en la construida conciencia a través de la imaginación; y, en efecto, puede rescatarlas porque existe una conexión, un puente, una vía, una simbología constante -un orden simbólico- que le permite "llegar rápido", "encontrar rápido" esas precisas que corresponden a lo que está viviendo en ese instante. No es "un recoger" sin sentido, sino sujeto a un sentido simbólico.

En claridad, la imaginación es la que se remite a una coherencia, a la razón; aunque otro aspecto de la imaginación es que puede deformar voluntariamente la realidad fantaseándola: recurrir a construirse como no son las cosas porque eso causa emociones nuevas en un beneficio de huir de lo que le daña la realidad y porque la imaginación también idealiza, proyecta al futuro ideas. Eso, pues, es más o menos lo que llamamos fantasía.

_______________________

Notas.- El ser humano no recibe información, sino que conecta a su simbología -de su experiencia general- experiencias y de esa conexión ya hace información, pero cuando las experiencias las personaliza o las impregna con su simbología. La imagen simbólica no es sólo imagen visual, sino imagen conceptual; en los invidentes es estrictamente conceptual. La imaginación es, por definición, lo que evoca una memoria organizada o desorganizada, pero en la conciencia siempre si es organizada con respecto a la realidad; es su instrumento. La conciencia es lo evocado, lo organizado como memoria simbólica con respecto a lo real, el resultado presente de la atención voluntaria al medio, o sea, aquél conseguido desde unas experiencias iniciadas por el mismo sujeto, el cual ha contemplado sus nuevas y continuadas funciones orgánicas provocadas en y por el medio. El recuerdo es la evocación misma, la evocación de experiencias-imágenes hasta la conciencia; interviene siempre el apto conciente del instante porque sea real -en la imaginación no, pues, ésta se encuentra también en los sueños donde grados de inconsciencia reducen que el recuerdo sea real y no deformado-.

Lecturas recomendadas: Henri Bergson ("Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia", "La evolución creadora"), John Dewey ("La escuela y el niño"), el cual experimenta que, cuando conscientemente se decide el cambiar una organización de vida en beneficio del progreso intelectivo, el ser humano recurre a todo su potencial imaginativo.


*José Repiso Moyano es escritor.

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