CRISIS DE IRAK
por ISAAC BIGIO*
La rebelión contra Blair
UCHO SE habla que una eventual guerra podría acabar
con Hussein. Sin embargo, ésta puede terminar tumbando
a algunos de los gobiernos que están entre los que más
promueven un ataque inmediato. Tony Blair, el
principal apoyo internacional de Bush, puede ser una
de las grandes bajas del conflicto bélico.
Durante casi 6 años en el poder Blair se mantuvo como
uno de los primeros ministros más populares que haya
tenido el laborismo. Hoy, por primera vez se discute
seriamente acerca de su reemplazo. El miércoles 26 su
administración recibió el mayor revés que haya tenido
alguna vez en la Casa de los Comunes. Ese día 199
parlamentarios (122 miembros del gobiernista partido
laborista) votaron en contra suya planteando que no
hay condiciones para una guerra. Nunca antes en la
historia parlamentaria se ha registrado una rebelión
tan alta en la bancada oficialista.
En Reino Unido el gobierno se basa en los 659
parlamentarios. Tony Blair era visto como el único
laborista que había llevado por 2 veces consecutivas a
su partido a ganar una mayoría aplastante de más del
60% de las bancadas. El 26 de febrero los líderes de
los 2 partidos que controlan el 90% del parlamento se
pronunciaron a favor de preparar una guerra contra
Irak. La suma de los 412 laboristas más la de los 163
conservadores y los 11 unionistas nor-irlandeses
arroja 586 parlamentarios de fuerzas que oficialmente
tienen una línea dura frente a Bagdad. Sin embargo,
sólo 393 de ellos siguieron a sus líderes, mientras
casi 200 de ellos votó en contra o no votó.
El laborismo se encuentra ante su mayor crisis. La
inmensa mayoría de su base se opone a la guerra. Gran
parte de los 2 millones que fueron a marchar contra la
guerra el 15 de febrero son sus miembros o electores.
Un tercio de la bancada oficialista votó contra el
gobierno y unos 50 parlamentarios laboristas
indicativamente no asistieron a tal votación. De los
alrededor de 250 parlamentarios laboristas que
respaldaron a Blair hay 96 que son ministros y reciben
sus pagos del gobierno, y todos ellos unánimemente
respaldaron a Blair. Muchos parlamentarios quienes
esta vez apoyaron a su premier lo hicieron con
reservas y han dejado entrever que en caso que el
premier resolviese ir a la guerra sin aval de Naciones
Unidas se sumarían a la rebelión.
No sólo el laborismo se escindió ante dicha cuestión.
Trece conservadores (casi un décimo de los
representantes de dicho partido tradicionalmente
halcón) votaron en contra de ir pronto a una guerra.
Para Kenneth Clarke, quien disputó recientemente con
Ian Duncan Smith el liderazgo de los ‘tories’, la
próxima vez que terroristas ataquen una metrópoli
occidental o que fanáticos fundamentalistas depongan a
un gobierno en el mundo islámico ya se sabrá que
política habrá provocado ello. Para los conservadores
disidentes la decisión de ir o no a la guerra no la ha
tomado o podrá tomar el parlamento británico o
Naciones Unidas pues ésta ya ha sido decidida por la
Casa Blanca.
Los laboristas rebeldes manifestaban oponerse a ir
tras la derecha dura norteamericana que querrá imponer
sus términos militares en otros países, que tiene
intereses petroleros en el medio oriente, que socava
la autoridad de Naciones Unidas, que quiere bombardear
Irak mientras se apuntala al mayor poseedor de armas
nucleares y de gases en el medio oriente (Israel) y
cuyas acciones acaban produciendo masivos reclutas
para Al Qaeda.
Los únicos partidos que mantuvieron su cohesión en
dicho debate fueron los liberal-demócratas y los
nacionalistas. Los primeros están pasando por su
momento de mayor popularidad. Debido al giro a la
derecha de Blair ahora los liberales aparecen como la
fuerza que mantiene en alto algunos de los principios
que otrora fueron propios del laborismo (anti-guerra,
educación gratuita, etc.). Sin embargo, tanto
liberales como los disidentes conservadores o
laboristas no están en contra de toda guerra pues el
grueso de ellos secundaría una amparada por Naciones
Unidas.
Blair ha sido tildado por Mandela como el canciller
norteamericano. Su creciente arrinconamiento afecta a
Bush. Si Blair no consigue una segunda resolución en
el consejo de seguridad en pro de una acción bélica él
corre el riesgo de ser depuesto. Tanto él como Aznar o
Berlusconi encabezan antiguos imperios europeos que
pretenden fortalecerse siguiendo a la única
super-potencia. Mas, esta guerra es impopular en sus
propios países y podría crear crisis gubernamentales
mayores si ésta se da sin un mandato internacional o
es más larga y sangrienta de lo calculado. La venganza
de Hussein podría ser que quienes quisieran deponerlo
militarmente pudiesen acabar siendo depuestos por sus
propios electores.
*Isaac Bigio es investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences (LSE). Colabora en la BBC, El Comercio, La Opinión, CNI y otros medios.
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