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 Lunes, 8 de julio de 2002

por ISAAC BIGIO*
Bolivia: La crisis del sistema de elegir y hacer gobiernos

ADA VEZ que Bolivia debe elegir constitucionalmente a su presidente se genera un cuadro de incertidumbre. Bolivia ha tratado de combinar en un solo modelo político diversos sistemas de democracia representativa: el presidencial típico de las Américas, el parlamentario propio de Europa, y el parlamentario uninominal oriundo del Reino Unido. Todo ello se hace mientras que se dan otras fuerzas extra-parlamentarios con un peso muy fuerte: las FFAA (Bolivia es el país que más golpes de estado ha tenido), la embajada de los EEUU y los sindicatos. Estos últimos constantemente irrumpen en la escena política planteando una suerte de doble poder al estilo de la democracia de los soviets que vivió Rusia y partes de Europa al fin de la primera guerra mundial.

En la mesa boliviana es usual la presencia de la 'llajua', una salsa picante hecha en base a una mezcla de hierbas y ají con la cual se sazonan los potajes nacionales. Este entrevero que puede dar un rico sabor a las comidas se ha trasladado al terreno de la nominación de los presidnetes produciendo una constante 'llajua' política.

Desde que la democracia representativa empezó a ser reinstaurada en 1978 ninguno de los mandatarios ha llegado a palacio contando con la mayoría electoral absoluta. Este año los 3 candidatos que pelean por el primer puesto apenas han sacado alrededor de 600,000, lo que implica un séptimo de los casi 4,2 millones de electores y poco más de un quinto de los votos emitidos.

Bolivia tiene, al igual que el resto de las Américas, un sistema presidencial. Esto implica que hay un fuerte ejecutivo, el mismo que debe culminar su periodo constitucional y que solo en circunstancias altamente excepecionales pudiese ser removido por los otros dos poderes. Sin embargo, en la mayor parte de las democracias presidenciales de Francia y del resto de continente el mandatario requiere llegar a palacio a través de la mayoría absoluta. Si eso no se consigue en una primera ronda se pasa a un desempate electoral entre los dos primeros.

En Bolivia, en cambio, se deja al parlamento la tarea de remplazar al electorado y a una posible segunda vuelta. Lo paradójico es que el congreso boliviano no siempre termina nominando al más votado. Desde que la democracia representativa inició su restablecimiento hace 24 años, sólo 3 de los ganadores llegaron a palacio mientras que el congreso colocó la banda presidencial a 4 perdedores. El congreso llevó a la presidencia a un tercero en 1989 (Paz Zamora), a un segundo en 1985 (Paz Estenssoro), y en 1979 y 1980 a dos líderes de partidos marginales (Guevara Arze y Gueiler).

En un sistema parlamentario el gobierno es ejercido por un primer ministro sujeto a una mayoría parlamentaria. Si la coalición congresal se modifica o rompe, deberá producirse un nuevo ejecutivo o convocarse a nuevos comicios.

El problema con Bolivia es que todos los presidentes salidos de las últimas 7 elecciones generales han contado con minorías en el parlamento. En algunos casos han podido seguir gobernando aunque hubiesen contado con una mayoría congresal opositora. El primer ministro es designado por el presidente, el mismo que una vez proclamado como tal se mantiene más independiente del parlamento.

Los sistema presidencial o parlamentario han sido creados para dotar de estabilidad. En Bolivia esta combinación ecléctica entre ambos modelos contribuye a la inestabilidad. Por una parte el presidente carece de una firme base electoral y es normal que su imagen se deteriore no muy tarde. Por otra parte el parlamento tiene limitaciones en poder modificar un gobierno que no le es afin. Todo ello contribuye a la constante presencia de fuerzas extra-parlamentarias como las movilizaciones callejeras y las fuerzas armadas.

Muchos de los sistemas demo-parlamentarios se basan en la representación proporcional. En Holanda o Israel hasta las fuerzas más pequeñas pueden adquirir una bancada acorde a su porcentage electoral y los gobiernos pueden crearse en base a alianzas donde se suman fuerzas que juntas representan una mayor> ía electoral absoluta.

En Bolivia no existe la representación proporcional. El congreso boliviano no refleja el porcentage electoral nacional. En los comicios del 2000 se ha desarrollado casi un triple empate donde el MNR, la NFR y el MAS recolectaron poco más de un quinto de los sufragios, sin embargo el MNR saca 47 parlamentarios frente a 27 del NFR. Este último tiene menos curules que fuerzas a las que igualó o superó en el recuento de votos (MAS:35 y MIR:31). El sistema boliviano favorece a partidos que no tienen una votación nacional homogénea, que poseen desigual peso regional y a quienes tienen más influencias en departamentos con menor población.

El senado está compuesto por 27 miembros y cada uno de los 9 departamentos cuenta con 3 senadores (dos correspondiendo a quien quedó primero en dicha circunscripción y uno al segundo). La Paz, el departamento más poblado con más de un millón de habitantes, cuenta con la misma cantidad de senadores que el poco habitado Pando.

Para complicar aún más el panorama un sector de la cámara de diputados es elegido en base a una cuota departamental y otro en base a distritos uninominales. Esto último es un rasgo esencial del modelo británico. En el Reino Unido los más de 570 miembros de la cámara de los comunes son elegidos en su totalidad represnetando cada uno a una determinada circunscripción electoral. Gracias a esta vía siempre se garantiza que el parlamento quede polarizado entre dos partidos y que quien obtenga la primera mayoría consiga la mayoría absoluta de los escaños, y con ello que el ejecutivo y el legislativo siempre concorden.

Sin embargo, en este país hay muchas fuerzas extra-parlamentarias que llegan a tener mayor peso que el propio parlamento. Las FFAA tienen una tradición de constante presión e injerencia. Desde hace 20 años no se ha vuelto a producir ninguna junta castrense, pero la presencia del ejército y la policía en la escena nacional sigue siendo fundamental.

Bolivia es, además, el país americano con mayor peso de los sindicatos. En diversas circunstancias (sobre todo en 1952-56, 1970-71 y 1982-85) la Central Obrera Boliviana ha sido una suerte de estado dentro del estado. Ha llegado a contar con sus propias milicias armadas y con sus acciones han depuesto leyes, ministros y gobiernos. La cobertura periodística a ampliados de la COB ha llegado a ser mayor que la designada a diversas reuniones parlamentarias.

En 1971 la COB llegó a crear la Asamblea Popular que cesionaba en el palacio legislativo, la misma que decía ser un soviet que apuntaba a ser un nuevo gobierno. El presidente de entonces (Torres) buscó co-gobernar con las fuerzas que la componían y los más radicales buscaron transformarla en un instrumento que lance una insurreción armada o una eventual dictadura del proletariado.

En la actualidad la COB ha perdido fuerza en relación a los sindicatos campesinos quienes representan a una clase diferente a la asalariada. Felipe Quispe, actual diputado y jefe de la confederación campesina, plantea que las comunidades andinas de hecho no reconozcan a la república y que se doten de sus propias autoridades electas por ellas mismas.

Mientras tanto, la injerencia del principal inversionista (EEUU) es muy fuerte, al punto que el embajador suele dar muchas opiniones sobre problemas netamente internos. Muchos políticos acusan al embajador Rocha de haber hecho girar las elecciones hacia una polarización entre Goni Sánchez de Lozada y Evo Morales.

El sistema boliviano es, en resúmen, una heterogénea y ecléctica combinación de diversos modelos de democracia representativa en un país donde hay muchas tradiciones golpistas, de injerencia extranjera y de fuerte poderío sindical.

Para quienes quisieran mantener el modelo monetarista vigente una posible alternativa ser> ía seguir los ejemplos de Brasil, Perú, Colombia y Francia y potenciar el sistema presidencial con un sistema de dos vueltas. Esto podría otorgar a los siguientes presidentes un mayor mandato a la par que se impediría que líderes cuestionadores del modelo pudiesen llegar a sumar una mayoría absoluta.

Sin embargo, los bolivianos tienen una tendencia a la de cuestionar presidentes fuertes y a desconfiar de ejecutivos con mucho poder. Para muchos reformadores habría que ir fortaleciendo al sistema parlamentario. Se podría ir incluso hacia un congreso unicameral donde la figura de la presidencia quedase sustituida por la de un gabinete nominado por un parlamento representativo. Mas, el presidencialismo es muy fuerte en las Américas y solamente en ex-colonias británicas existe un primer ministro como autoridad central.

Dentro de la izquierda hay quienes quisieran que se substituya a los actuales poderes legislativo y ejecutivo para dar paso a otra asamblea popular plenipotenciaria donde los delegados de las empresas y organizaciones populares puedan ser el nuevo gobierno. La antigua tesis que debería ser la clase obrera minera o fabril quien encabece dicho nuevo estado es cuestionada por los nuevos partidos campesinos quienes quisieran reformar el actual sistema o hacer que las comunidades indias sean las que manden, aunque sea en sus propios territorios.

El actual modelo boliviano se sigue basando en la incapacidad de optar por uno de los modelos anteriormente planteados. El nuevo presidente reflejará a una extrema minoría de los electores y será sometido a un parlamento que no necesariamente le será fiel. En medio de una fuerte crisis económica y de un ascenso de movimientos sociales de protesta Bolivia seguirá mostrando un cuadro de inestabilidad.


*Isaac Bigio es investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences (LSE).

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