ONFIRMADO,
EL director de
La flaqueza del bolchevique, una joya
tan bella como extraña en nuestro cine, ha vuelto a
cuajar una gran película sustentada sobre un guión
magníficamente escrito y pulcramente narrado desde
una clásica concepción del cine. Un enfoque
éste, agradecido y saboreado doblemente en un festival
trufado de apuestas innovadoras, delirantes o directamente
absurdas (
Tideland, de
Gilliam).
Malas temporadas
no pretende engañar o distraer sobre su objetivo. Se
limita a narrar una escueta y contenida historia de unos personajes
que luchan por hallar acomodo en un complicado mundo que les
pone a prueba.
Una cooperante de una ONG con un hijo enclaustrado en su
habitación, un inmigrante cubano dedicado al contrabando
de tabaco y obras de arte y un profesor de ajedrez recién
salido de un presidio de seis años entrecruzan sus
vidas en un relato sobre las malas rachas de la vida, los
bloqueos que éstas nos ocasionan y la ayuda que precisamos
para seguir adelante. Y de nuevo, Martín Cuenca
logra que los engranajes dramáticos funcionen gracias
a un guión del que se infieren muchos detalles argumentales
no incluidos expresamente en los diálogos. Ese lenguaje
no verbal que los buenos trabajos transmiten al usar la
elipsis se agradece en un filme como éste, que no
subestima la inteligencia del público. Esta máxima,
la de no tratar al público como ignorante, siempre
la ha hecho suya el mejor Eastwood y Martín
Cuenca, por lo visto hasta ahora, también.
Precisamente este aspecto es, para mí, uno de los
más estimables del almeriense. No explica aquello
que no requiere explicación y no usa subterfugios
en pos de una complejidad afectada. El espectador, en sus
trabajos, dispone de suficientes elementos para entender
a los personajes y acompañarlos en su periplo.
Malas temporadas, como anuncia su título,
cuenta las miserias que la vida nos depara a veces, pero
no deja un poso triste. El corolario de la triple historia
que encarnan maravillosamente Nathalie Poza, Javier
Cámara y Eman Xor es optimista. Porque,
cuando buscamos y aceptamos la ayuda que nos ofrecen, podemos
coger aliento y proseguir en el camino.
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