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 Miércoles, 19 de marzo de 2003

CRISIS DE IRAK
por ISAAC BIGIO*
Crisis británica

N LA víspera del ataque contra Irak se ha producido una crisis en el gabinete y el parlamento británicos. Robin Cook, líder de la Casa de los Comunes y ex ministro de relaciones externas, ha renunciado al gobierno junto con otros 2 ministros. En los Comunes Blair debe liderar con la mayor rebelión de parlamentarios oficialistas en la historia moderna.

El 18 de marzo 217 parlamentarios votaron contra la guerra mientras 396 respaldaron a los jefes de los dos mayores partidos (laboristas y conservadores). Medio centenar no acudió a votar. Si bien esto puede dar la impresión que dos tercios del parlamento apuntalan la ofensiva militar, lo importante es que más de un tercio de la bancada oficialista se sublevó contra su premier.

El Reino Unido tiene un sistema de gobierno muy peculiar. El mandatario no es elegido directamente en los comicios, sino que es el líder del partido más votado a quien la reina invita a organizar su gobierno. A diferencia del grueso de parlamentos europeos la Casa de los Comunes no es representativa. Sus 657 miembros han sido elegidos representando cada uno a su respectivo distrito electoral. Con este mecanismo se impide que partido chicos tengan alguna significativa bancada. El modelo está diseñado para que el parlamento se quede dividido entre dos grandes partidos y el que obtuvo una simple mayoría acabe con una mayoría absoluta. Los partidarios de este modelo afirman que ello permite mayor estabilidad y que se hagan gobiernos de un solo partido evitando las combinaciones que se ven al sur del canal de la mancha.

Lo usual es que todos los miembros del gabinete se sometan a la misma línea oficial y que el grueso de la bancada oficialista siempre respalde al premier de su partido. Lo inusual en esta crisis ha sido que una de las ministros, Clare Short, se haya atrevido por única vez a atacar a su propio premier como ‘irresponsable’ y que no haya sido removida del cargo.

Lo más excepcional ha sido que en dos votaciones un tercio del bloque parlamentario oficialista ha votado contra la guerra que quiere lanzar su gobierno. De los 410 parlamentarios laboristas unos 140 votaron contra la guerra mientras que algunas decenas de ellos no votaron. Nunca antes en la reciente historia británica un partido en el poder había tenido tal rebelión de parlamentarios de sus propias filas.

Esta, a su vez, se ha dado contra el único primer ministro laborista que ha llevado a su partido al gobierno en dos veces consecutivas y obteniendo más del 60% de la cámara de los comunes.

A pesar de haber sido un golpe contra él, Blair salió satisfecho del debate pues logró evitar una rebelión mayor. Él había prometido que solo iría a una guerra con una segunda resolución de Naciones Unidas y ahora urgía a sus camaradas a que le respaldasen pese a no tener ésta y a que la mayor parte de las bases laboristas está contra la guerra.

Para contener una sublevación más fuerte, Blair tuvo que estar todo el día en el parlamento, movilizar todas sus influencias, amenazar con dimitir si la mayoría partidaria no le secundaba, pedir ayuda a Brown, su rival interno, e incluso hacer concesiones a sectores oscilantes y lograr mantener a Short en el gabinete. En gran parte él se benefició de un giro en la opinión pública. La primera rebelión parlamentaria se dio a los pocos días de la mega-marcha del 15 de febrero cuando dos millones salieron a las calles a pedir parar la guerra. Un día antes del fin del periodo de gracia de Bush hay una creciente tendencia dentro de los británicos de solidarizarse con sus 45,000 familiares o connacionales que están acantonados preparándose para atacar Irak.

Por el momento Blair ha toreado una fuerte crisis. He evitado impedir una mayor insurgencia en sus propias filas y las encuestas empiezan a mostrar que los británicos van girando hacia el patriotismo. Él calcula que si la guerra es veloz, poco sangrienta y termina haciendo que sus tropas retornen a Bagdad, pero siendo recibidos como ‘liberadores’, entonces podría re-potenciarse y ayudar a que su partido gene las municipales de mayo.

Si la guerra se prolonga, se extiende internacionalmente, produce muchas bajas, provoca actos de terror en occidente y se complica, la situación de Blair tendería a volver a hacerse muy difícil. En Gran Bretaña hay el recuerdo de cómo la victoriosa invasión a Suez (1956) acabó con la caída del gobierno que la organizó. En esta oportunidad hay una mayor oposición dentro de Naciones Unidas y dentro de los mismos británicos a dicha acción.

El gran soporte que ha tenido y tendrá Blair en esta guerra es su tradicional oponente (los conservadores). En su partido, incluso entre quienes decidieron votar por él para evitar afectar a su gobierno, hay recelos en ir a una guerra sin naciones Unidas y tras la extrema derecha de los republicanos estadounidenses. Si las cosas marchan mal Blair podría acabar como Margaret Thatcher. Pese a su inicial popularidad no sobreviviría las protestas populares y sería remplazado por alguno de su propio partido. Robin Cook, tal vez el mejor polemista del laborismo, ya se ha posicionado para disputar eventualmente el liderazgo.


*Isaac Bigio es investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences (LSE). Colabora en la BBC, El Comercio, La Opinión, CNI y otros medios.

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