por JOSÉ REPISO MOYANO*
La violencia y su razón
INGÚN NIÑO tiene pereza o aburrimiento por naturaleza, sino por
desatención. En verdad, dadas unas circunstancias sólo son posibles
unas cosas y otras no; porque las circunstancias son el caldo de
cultivo, las causas, las condiciones, las raíces, para que se desencadene
algo... contra otro algo. Si en un medio o en un planeta, por ejemplo,
se ofrecen unas condiciones de vida, pues, habrá vida; si no, no.
En un medio social se pueden desraizar, desde luego, las causas o
paliarlas o condicionar tal medio social hacia la paz. Esto es posible
porque en un medio social no actúa sólo la causa natural, sino la causa
psicológica -la intención o la motivación-. Más claro: para la mayoría de
las consecuencias sociales -paz, estabilidad económica, justicia, etc.-
sus causas directas son sin duda motivaciones, es decir, ésas que
dependen de la voluntad de los seres humanos.
Todo existe porque existen unos elementos -principios- que lo
conforman; y pudieran no existir en un medio determinado -lo que
no quiere decir que no sean ya posibles en otros de los infinitos- si
son eliminados en él. En un pueblo, en concreto, pueden paliarse
los modos violentos al hacer justicia: los indios crows de América
se reían ritualmente en la noche del día del delito que había cometido
quien incumplía una de sus normas.
La motivación es, por tanto, la razón para la no-violencia social; no
contraviene a la violencia natural -el que tengan los seres humanos que
matar, destruir, animales para comer: pescar, erosionar con la agricultura,
etc.-, pero sí a la violencia social, a que los seres humanos se maten
entre ellos acarreando, asimismo, más violencia natural.
Por eso es muy importante que la sociedad y sus poderes fácticos
protejan a los que aclaren estas cosas. Ghandi tenía razón pero, si nadie
le hubiera protegido, nada pudiera haber hecho o menos de lo posible.
Una sociedad que pisotea o maltrata a sus genios en los medios de
comunicación está... enferma de progreso.
Así, la verdadera responsabilidad de los políticos no es que el mundo vaya
bien para los mismos, sino que también vaya bien para los otros que no
son los mismos. Si alguno de ellos no es capaz de comprender esto,
presumiblemente de izquierdas o de derechas o de "loquesea" -que
algunos justifican para la rigidez mental-, no será capaz de comprender
nada.
Los políticos deben atender a "los otros" que son los que faltan para que
se les cumpla unos derechos mínimos y, hacerse los responsables ante el
no haberse enfrentado a eso, no les va a servir de nada, porque no
habrán atendido con resultados -siempre hay resultados cuando se
atiende- a su prioritaria obligación. Y "los otros" no son los mismos, esos
mismos que les invitan a sus fiestas de que..."estamos bien".
*José Repiso Moyano es escritor.
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